La fiesta se apaga en Bilbao
Los síntomas de decadencia de la Aste Nagusia, con una devaluada oferta cultural, obligan a un revulsivo para recuperar su pluralidad y tirón
El final de las fiestas de Bilbao, rematado anoche por la quema de Marijaia, invita a abrir una profunda reflexión sobre los síntomas de decadencia ... que han aflorado durante nueve días menos multitudinarios que hace un año. La oferta cultural, una de sus señas de identidad, no ha estado a la altura de una Aste Nagusia que ha sido capaz en otras ediciones de ofrecer lo mejor en los conciertos, el teatro, los fuegos artificiales, el circo, los toros -dolidos por la crisis de asistencia y el desinterés municipal pese a su arraigo vasco- y otras actividades, quizá menores pero muy apegadas al programa, como el concurso gastronómico. La devaluada propuesta que acaba de apagarse obliga al actual Ayuntamiento y a las corporaciones venideras a recuperar la pluralidad, el tirón y la proyección con alternativas ambiciosas y espacios seguros para que la Semana Grande sea popular y de calidad.
Renunciar a un programa de primer orden supondría delegar el peso de las fiestas en las txosnas, las terrazas de los hoteles y las barras de la hostelería. Son esenciales, pero complementarias a una oferta que debe ser transversal, amplia y con interés para que Bilbao no languidezca en la vulgaridad y pueda concitar cultura y ocio desde una posición de liderazgo. Ha sido impropio de la Aste Nagusia ver tan mermados los aforos de los conciertos de Abandoibarra, debido al escaso tirón de los artistas -la mayoría ha actuado recientemente en salas de la capital e, incluso, un grupo en el barrio de Altamira-. La música en vivo ha dado sobradas muestras de ser un puntal festivo en una ciudad que vibró con Manu Chao, Iggy Pop, Negu Gorriak, Los Planetas, Amaral o Pet Shop Boys.
Al menos tres incidentes emplazan al Ayuntamiento a extremar el control como organizador: la avería que obligó a desmontar la atracción de mayor vértigo de las barracas, el fallo en los fuegos del viernes y, sobre todo, el monumental error de planificación en el montaje del escenario que dejó a Bilbao sin el primer gran concierto de las fiestas, para disgusto más que justificado de Maren, Kai Nakai y Olatz Salvador.
Sería conveniente una mayor transparencia. Tanto del Consistorio para desvelar el coste de las contrataciones como de las comparsas en su opaca gestión de ingresos y gastos en un espacio público, en plena polémica sobre el TicketBai. Afortunadamente, ha primado la convivencia, pese a la insistencia de algunas txosnas en despreciar a las víctimas de ETA sin asumir el lema de Marijaia: 'Respeto Nagusia'.
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