El Athletic constituye el principal punto de encuentro en Bizkaia. Un símbolo que representa a la inmensa mayoría de una sociedad diversa identificada con el ... club, al que reconocen como algo propio no solo los aficionados al fútbol que acuden de forma regular a San Mamés y siguen con pasión su trayectoria, sino amplios sectores de la población ajenos a los detalles de su devenir deportivo, pero aún así unidos a la institución por un vínculo que se visibiliza con especial intensidad en los momentos históricos singulares. Esa realidad, apoyada en una filosofía única en el mundo del fútbol y en un sentimiento de pertenencia transmitido de generación a generación como un valioso legado, explica la explosión de autoestima colectiva desatada por el título de Copa alcanzado el sábado en Sevilla, que se reflejó ayer en cada rincón del territorio.
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Resulta muy difícil encontrar entidades que susciten una adhesión tan profunda como el Athletic; el pegamento que une, en un país sometido a fuertes tensiones, a personas de las más contrapuestas tendencias políticas, extracción social, orígenes e intereses. La alegría que invade Bizkaia desde que Berenguer transformó el penalti decisivo es la expresión de un éxito largamente anhelado que hace suyo gran parte de la ciudadanía y celebrado hasta ahora con el entusiasmo que la ocasión requiere, pero también con un comportamiento ejemplar por parte de la familia rojiblanca, salvo incidentes aislados de escaso relieve. Una inyección de optimismo que conecta con las gestas más brillantes de la historia de un equipo centenario y que tendrá su manifestación más multitudinaria en el paseo por la ría de los campeones a bordo de la gabarra el próximo jueves. Esa celebración, que gran parte de la hinchada solo conoce por el testimonio de sus mayores, ha de ser la viva muestra de un pueblo entregado a unos colores y también de un civismo a la altura de la mejor tradición del club.
La llegada ayer de la Copa al aeropuerto de Loiu en el mismo avión que trajo a la expedición del Athletic fue la antesala de la gran fiesta que espera desde hace 40 años una afición fiel donde las haya. La explosión de jugadores con gran talento, entre ellos varios jóvenes que ya lucen en la élite, y la madurez competitiva demostrada por la plantilla bajo la sabia batuta de Ernesto Valverde permiten encarar el futuro con optimismo. Y con la fundada confianza de que la próxima proeza tardará mucho menos en ser realidad.
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