Duelo de egos: Erdogan-Trump
La crisis por el arresto de un sacerdote norteamericano en Turquía ha subido varios peldaños cuando Washington ha pasado de las palabras a los hechos, ... sancionando al ministro turco de Justicia, Abdulhamit Gul, y su colega de Interior, Suleyman Soylu, bloqueando cualquier propiedad o dinero que pudieran tener en Estados Unidos, prohibiéndoles además hacer negocios con empresas norteamericanas o viajar al país.
Todo empezó cuando Erdogan inició sus purgas masivas tras el fallido golpe militar del año 2016, destituyendo o arrestando arbitrariamente a decenas de miles de personas en su país. Una de las numerosas víctimas fue un sacerdote presbiteriano llamado Andrew Brunson, que durante veinticuatro años ha dirigido una iglesia en la ciudad turca de Izmir con una veintena de feligreses. Lo acusaron de terrorismo, espionaje, colaboración con los kurdos, y de ser miembro de la organización Hizmet, de Fethulá Gulen. De qué manera un clérigo cristiano podría unirse a una sociedad religiosa musulmana es algo que la acusación no aclaraba, pero bajo el presidente Erdogan esos tecnicismos legales tampoco tienen demasiada importancia.
De todas formas, en la vista preliminar celebrada el pasado 31 de julio, las acusaciones cambiaron sin explicación alguna, quedando únicamente las acusaciones de espionaje y, por increíble que parezca, de ser terrorista sin pertenecer a grupo alguno. La única diferencia con las desventuras de cientos de miles de turcos es que Andrew Brunson puede pedir ayuda a la embajada de un país poderoso. Lo que debería haberse zanjado discretamente a nivel de embajada es ahora retumbar de tambores, y esperemos que se quede ahí.
Dejando aparte la proverbial falta de diplomacia de Donald Trump, las aguas bajan revueltas entre Turquía y Estados Unidos desde hace años. La alianza entre ambos países fue creada por los militares turcos, que controlaban la política del país otomano, en función del temor común a la Unión Soviética. Pero la Unión Soviética ya no existe y Erdogan ha sustituido el despotismo de los uniformados por el suyo propio. Por lo tanto, los intereses geopolíticos ya no tienen por qué coincidir.
Ambas partes han dejado que la vieja alianza aparentase seguir en pie por mera inercia, pero nunca se han celebrado reuniones para coordinar intereses y estrategias sobre el conflicto palestino, las guerras en Siria o en Irak, el problema kurdo, el programa atómico iraní, la intervención rusa en Ucrania, etc. Por eso en 2003 Erdogan se negó a dejar que Bush Jr. atacase Irak desde su territorio. Desde entonces las relaciones bilaterales han permanecido frías y tensas.
Donald Trump es muy amigo de fanfarronear, pero en este asunto no va a poder echarse atrás y fingir que ha llegado a un acuerdo a base de vaguedades, como ha hecho recientemente con Corea del Norte. Al sacerdote le pueden caer hasta 35 años por delitos imaginarios. O sale libre o no sale. No hay término medio. Pero Erdogan, sujeto muy autoritario e impulsivo, ya ha proclamado que no cederá bajo las abiertas y públicas amenazas del presidente de Estados Unidos.
Por otra parte, liberar a Andrew Brunson implicaría reconocer la arbitrariedad de su caso, y por lo tanto la de cientos de miles de casos similares. Por lo tanto esta crisis, que en realidad es una minucia que se podría haber resulto con facilidad discretamente, podría empeorar hasta desembocar en una ruptura completa entre Turquía y Estados Unidos.
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