Una duda horrible
Hay que asegurarse de que en las residencias se trata a los mayores con dignidad
Tengo un cuñado gracioso. Todos lo tenemos, me temo. El mío ya tiene una edad. Lleva un tiempo jubilado. Y en las videollamadas familiares que ... estamos haciendo estos días siempre suelta, al final (cuando nos estamos despidiendo), la misma gracieta. «Al asilo no, al asilo no», dice gimoteando en falsete. Me recuerda a mi padre, que solía decir más o menos lo mismo (sin gimotear) pero en serio. Bueno, asilo es ya una palabra de otra época, de acuerdo. Ahora se llaman residencias de ancianos, creo. O tal vez mejor, residencias de mayores porque la palabra anciano tampoco suena ya muy bien. Toda época aspira a lograr una cierta forma de delicadeza en el lenguaje e intentarlo y proponérselo de buena fe no es algo reprochable, seamos benévolos.
En cualquier caso, una residencia de mayores no tendría por qué ser un lugar horrible, eso lo primero. Hay residencias de mayores decentes, supongo. Tiene que haberlas. Ahora bien, he estado mirando precios y veo que baratas no son. Hace más de quince años, nuestra tía Margari ya pagaba más de 2000 euros al mes. Tenía habitación individual, eso sí. Pero tampoco mucho más. Le hacían la cama, las comidas normalitas, un vaso de leche fría con dos galletas maría para merendar y en Navidad pegaban un belén de papel en la pared del cuarto de estar con dos bolas de plástico. Menos mal que había sido maestra y además de la pensión tenía ahorros. De lo que no hay duda es de que las residencias de mayores mueven mucha pasta. Algunos datos: el año pasado se ofertaron algo más de 270.000 plazas en España. Casi 5.000 millones de euros anuales de negocio. El número de plazas, no obstante, sigue siendo insuficiente. Va a crecer. Y el sector es altamente atractivo para los grandes inversores internacionales. Franceses, en especial. España podría convertirse en el lugar de retiro ideal para muchos europeos: buen clima, buena comida, mucha costa. Todo ese rollo. Ya lo es, en parte. Pero podría ir a más.
Hay que poner más atención en esto, es serio. Muchas de estas residencias son totalmente privadas, por supuesto. Las más caras. Pero también hay mucho dinero público (más de un 40%) invertido en residencias concertadas. Hay que empezar a controlar todo eso. Hay que asegurarse de que funcionan bien: ese es mi asunto de hoy. Hay que inspeccionar mejor. Hay que garantizar que en esos lugares se atiende a las personas. Y se las trata con un mínimo de dignidad. Porque, ahora mismo, está en duda. Y esa es una duda muy fea. Una duda horrible que lleva ahí mucho tiempo. Aprovechemos esta oportunidad para empezar a despejar todas esas dudas de una vez.
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