Día 77
En el diseño que cada uno hacemos de nuestra propia vida a menudo nos vemos obligados a improvisar. Tú te haces tus planes (con mayor ... o menor optimismo), pero luego viene la realidad y se los carga de un plumazo como si nada. Tus bellos planes. Por eso he sospechado siempre del optimismo. ¿Seguro que es bueno ser demasiado optimista? El pesimista, al menos, no se lleva tantos chascos. No sé qué es peor. Además, improvisar puede estar bien. Hay cosas que no se pueden planear. Cosas que solo se hacen si se improvisa. Corriendo riesgos. Claro que luego nos volvemos locos con bastante facilidad. Mi mujer dice que está llegando la hora de los psicólogos y los psiquiatras. Y yo le respondo que a continuación vendrá la de los abogados matrimonialistas. Ya hay muchos psiquiatras atendiendo 'online'. Rojas Marcos anunciaba que el estrés traumático propiciado por el confinamiento va a ser masivo. Este cóctel de soledad, miedo, incertidumbre y desconfianza en el que estamos inmersos ya cansa. Y el cansancio es acumulativo. Puede erosionar tanto la salud mental como las relaciones. Mi mujer y yo hemos llegado a un arreglo. Es un acuerdo tácito. Ni siquiera hemos tenido que verbalizarlo. De hecho, de eso se trata: de vernos poco y hablar lo menos posible. Ese es, me temo, el verdadero secreto de las buenas parejas: darse mucho aire. Porque otra cosa que también se prevé es la avalancha de divorcios que va a haber en cuanto esto acabe. De todas formas, a muchas parejas les habrá venido bien para ver aspectos del otro que no se ven en circunstancias normales. La cuarentena es la circunstancia ideal para que asome el mister Hyde que todos llevamos dentro. Ojo con eso.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión