Un desgobierno que urge arreglar
Una vez que las urnas han hablado, corresponde a los partidos actuar con el sentido de Estado que permita tejer pactos para salir del bloqueo político
EL CORREO
Lunes, 11 de noviembre 2019, 01:00
Con la repetición de las elecciones del 28 de abril Pedro Sánchez pretendía contar con más y mejores cartas en la mano para ampliar el ... margen de su acción de Gobierno, atenazada por una agónica minoría y las dificultades para trenzar acuerdos. El escrutinio de ayer frustra tal objetivo. El PSOE se anotó una victoria tan incontestable como pírrica. No solo sumó tres escaños menos, sino que los comicios arrojaron un mapa político aún más enrevesado que el anterior, que reduce las posibilidades para investir a un presidente y constituir un Ejecutivo sólido. Las expectativas de desbloqueo depositadas en el 10-N se han visto abortadas en las urnas y quedan ahora a expensas de la capacidad de diálogo y cesión de los partidos, cuya clamorosa ausencia está detrás de una situación tan excepcional como la que vive España. Porque los votantes no solo han evitado resolver el enredo atribuyendo una mayoría suficiente a la izquierda o a la derecha. Han dibujado un arco parlamentario de extrema complejidad, en el que las escasas combinaciones factibles pasan por un guiño del independentismo catalán a un eventual Gobierno de Sánchez a cambio de un precio difícilmente asumible o por algún tipo de entendimiento entre los socialistas y el PP que permita un arranque normalizado de la legislatura. Lejos de resolverse, por tanto, el bloqueo se agudiza. El PSOE sale del pulso electoral debilitado y sin cumplir sus expectativas, aunque su condición de principal grupo del Congreso le otorga ventaja en la carrera hacia La Moncloa. Unidas Podemos sigue a la baja y con el sueño del 'sorpasso' hecho trizas. Pablo Casado consolida su liderazgo interno con el notable crecimiento del PP en un centro-derecha penalizado por su fragmentación y sometido a una recomposición profunda. Los populares se benefician del espectacular batacazo de Ciudadanos, consecuencia de errores estratégicos de bulto que cuestionan el futuro del partido y el de Albert Rivera. Pero se quedan lejos de disputar el triunfo al PSOE por el preocupante auge de la ultraderecha, inédito desde la Transición, que convierte a Vox en el tercer partido con 3,6 millones de votos. Una respuesta extrema al desafío independentista y al desgaste de la clase política tradicional que debe invitar a una profunda reflexión a las demás formaciones. En ese incierto panorama, el PNV intentará hacer valer los siete diputados obtenidos con su contundente victoria en Euskadi, donde el PSE se afianza como segunda fuerza, EH Bildu resiste firme, Podemos pierde fuelle y el PP fracasa con estrépito al quedarse de nuevo sin representación.
Más difícil de gestionar
Las urnas no han arreglado por sí solas lo que los líderes políticos han sido incapaces de resolver en los 197 días transcurridos desde el 28-A. Es más, la composición del Congreso es objetivamente mucho más difícil de gestionar tras las elecciones, lo que no tiene por qué significar ni que España sea ingobernable ni que esté condenada de forma inexorable a otros comicios en unos meses que nada garantizan, salvo un riesgo de severo deterioro de las instituciones democráticas. Llegados a este punto, es hora de que los partidos demuestren por fin la altura de miras y el sentido de Estado necesarios para tejer acuerdos que garanticen la estabilidad por la que clama el país. No es sostenible por más tiempo una parálisis que impide responder con eficacia a retos de primer orden que exigen medidas inmediatas. Suya es la responsabilidad de salir de este atolladero. El pueblo ya ha hablado. Ahora les corresponde actuar a ellos.
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