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Las cuervas

Martes, 23 de junio 2020, 00:06

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No hay nada claro. Ojo, si alguien te dice que lo ve claro, desconfía. Lo único claro es que avanzamos a tientas. Y en ese ... no ver bien, cada cual se desenvuelve según su naturaleza. Donde unos se acobardan otros se ríen. Donde unos alardean otros reflexionan. Y por desgracia, como decía Gracián, a menudo la desdicha de uno propicia la fortuna del otro. La llegada del verano y el final del estado de alarma permiten recuperar un poco el optimismo colectivo. Y lo que más preocupa ahora a todos los gobiernos del mundo es que empecemos lo antes posible a gastar dinero en cosas superfluas, que es lo que de verdad mantiene el precario equilibrio de la economía mundial. Pero el momento es delicado porque a la vez hay que seguir lanzando mensajes de cautela. Te dicen que te animes, pero con cuidado. Que sonrías, pero con mascarilla. Todo lo que oímos es a la vez bienintencionado y confuso. De hecho, es curioso observar cómo mientras los ignorantes se jactan de saber lo que hay que hacer o de no temer hacerlo, los que más saben, los especialistas, los expertos no dudan en reconocer con humildad que todavía hay muchas cosas del virus que se desconocen, que se han cometido errores, que podría haber rebrotes serios y los habrá, y que después de esta pandemia vendrán otras. Y luego está el efecto psicológico que, por el momento, astutamente obviamos, pero que está ahí. Los que han seguido trabajando han trabajado el doble y en peores condiciones, los que han teletrabajado están quemados y muchos de los que han estado en ERTE saben que pronto irán al paro. Y por si fuera poco, Ursula von der Leyen y Christine Lagarde, mis cuervas favoritas, anuncian que lo peor está por llegar. Pero hay que animarse.

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