Contrarreforma laboral
- EDITORIAL - ·
Es necesario un acuerdo entre los agentes sociales que fomente la estabilidad sin frenar el ritmo de la creación de empleoEl CORREO
Lunes, 17 de febrero 2020, 00:46
La reforma laboral que entró en vigor hace ahora ocho años, en medio de una recesión de una magnitud sin precedentes, aportó a las empresas ... flexibilidad en una situación de emergencia y contribuyó a corregir gran parte de la masiva destrucción de empleo sufrida en los momentos más duros de la crisis. Superada esa etapa de excepcionalidad, parece razonable revisar la regulación para adaptarla a la nueva coyuntura con el objetivo de mantener una intensa generación de puestos de trabajo, pero en unas condiciones de mayor estabilidad que las actuales.
El mercado de trabajo casi ha alcanzado los niveles de ocupación previos al derrumbe de la economía. Su recuperación ha sido a costa de una elevada precariedad en la contratación y de una devaluación salarial a través de una rebaja directa o del relevo de la mano de obra con retribuciones más altas. Si la reforma laboral ha resultado exitosa al favorecer la creación de empleo incluso con un crecimiento del PIB en torno al 2%, ha fracasado en el objetivo de reducir la temporalidad. El Gobierno, en el que conviven mensajes contradictorios sobre esta materia entre el PSOE y Unidas Podemos, parece haber renunciado a una derogación total e inmediata de la normativa. La vicepresidenta Nadia Calviño ha abogado por suprimir solo sus aspectos «más lesivos». Están en el punto de mira el despido por absentismo -que será eliminado mañana vía decreto-ley-, la primacía de los convenios de empresa sobre los sectoriales, la limitación a un año de la prórroga de los acuerdos una vez vencidos y la causalidad de los contratos.
La reforma laboral es susceptible de amplias mejoras. Un mercado de trabajo con un empleo de mayor calidad no solo es una necesidad por razones de justicia social, sino también para fomentar el crecimiento de la economía mediante un impulso del consumo. Sería conveniente que los cambios en una regulación tan sensible huyeran de los radicalismos y contaran con un amplio consenso de los sindicatos y la patronal. Al plantearlos, no cabe ignorar que el cuadro macroeconómico hasta 2023 aprobado por el Ejecutivo prevé una apreciable desaceleración de la actividad y también del ritmo de creación de empleo. En ese contexto, resultaría insensato impulsar una contrarreforma que agudizara esa tendencia y que, lejos de combatir el paro, disuadiera la contratación o dificultara la adaptación de las empresas a la evolución de su mercado.
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