Eh, Macarena

Macarena Olona es esa cría que manda callar a los mayores para que le hagan caso y le escuchen contar el chiste del perro Mistetas. Con una necesidad permanente de atención, hizo suyo el pantojísimo «los focos hacia mi persona» y lo llevó en su quejío y en su pelo relamido y estirado; ahora, en cambio, su melena y ella se desatan de vez en cuando. Excesiva, narcisista, temperamental, sobreactuada y racial, además de ser el sueño erótico de los que despertaron al asunto con el anuncio de Fa y los limones salvajes del Caribe, Olona era nuestra villana favorita, la Aída Nízar de la política, una Medusa que te convertía en piedra si la mirabas a los ojos. Pero ella, que quería ser Juana de Arco, teme haberse convertido en la otra Juana, en la Loca, que le dijo a Évole que lo que más le molestaba era que la llamaran chiflada. Vaya. No soy psiquiatra, pero hacerse un fotomontaje besando a Yolanda Díaz y poniendo «Reventemos los armarios» después de lo que ha dicho por esa boquita sobre el colectivo LGTBIQ+ es, cuanto menos, raro. Luego está todo lo demás, que no es poco. Parece que a Macarena le hubiera dado el solano, aquel viento inclemente que soplaba en 'Volver' y que trastornaba a vivos y muertos. O lo mismo es solo que ha cambiado de opinión.