Me gustaría empezar mi columna avisando de que este año los almendros ya han florecido. Son árboles que lo hacen a veces sin hojas, temprano, ... cuando aún hace frío. Los almendros prefieren arriesgarse al azote de una eventual helada a finales del invierno que a las duras sequias del verano mediterráneo. De esa manera disponen de agua para engordar el fruto. Ella, la naturaleza, sabe lo que hace y aunque haya muchos árboles que den frutos secos, cada especialidad, donde quiera que se encuentre, sabe lo que tiene que hacer.
Publicidad
Nosotros, los seres humanos que habitamos el planeta y vamos de listos, debiéramos atender a los dictados de la madre naturaleza, apartando la mirada de nuestro ombligo, reverenciarla, respetarla y no escupir al cielo. Pero ahí estamos, inútiles, maldiciendo tempestades y durmiendo en los laureles, esperando que florezcan las vacunas en el árbol de la sabiduría, mientras las cabezas pensantes se entretienen en averiguar si están más guapos con raya en medio o con el pelo suelto. Me cuentan que, en Estados Unidos, uno se puede vacunar en cualquier iglesia o supermercado, por eso Biden ha dicho que todos los estadounidenses que lo deseen podrán estar vacunados para finales de julio. ¡Anda, lo mismo que ha dicho Sánchez!
En la autonomía más rica de este país, Euskadi, acostumbrados a sentirnos pelín más seguros y listos que los demás, yo esperaba que eso se cumpliera, e incluso, debo confesarlo, que obtuviéramos una ligera ventaja. Pero no. Los mayores de 80 años que no viven en residencias, y que llevan sin que les dé el aire desde marzo del año pasado, no saben ni cuándo, ni cómo, ni quién va a vacunarles y de paso excarcelarlos. Los ricos también lloran, deben de pensar los habitantes de las comunidades más controvertidas. Ceuta y Melilla acompañan a Euskadi en la cola de vacunaciones.
Observando el baile, o nos la están colando por la izquierda, o alguien ha sido contratado para hacer algo que no sabe hacer. Según difunden los medios, el reparto de vacunas es porcentual, y en Aragón o en La Rioja van como un tiro. Los ricos también lloran, pero no son dados a montar pollos, ni a gritar. Algo falla en el departamento de recursos humanos de la política, pues las elecciones que hacen los elegidos no están siendo precisamente acertadas. Los asesores pagados por la empresa pública son retribuidos como si hubieran sido cazados por la empresa privada y atendiendo a su brillante currículum. Dicen que nos hemos acostumbrado a las cifras de muertos. Yo no lo creo. A lo que sí estamos acostumbrándonos es a tolerar la ineficacia aceptando que esto no tiene remedio.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión