La redacción del documento final del G-20, reunido este año en Nueva Delhi, ¿es un ejemplo de hipocresía? Y esto ¿es una pregunta retórica? ... La hipocresía y su aliada la ambigüedad han colaborado en la alta reunión para que sus participantes, y especialmente los anfitriones, puedan proclamar un elevado triunfo. Los países que se sentían en la obligación de decir algo contra la guerra de Ucrania han dicho algo así como 'la guerra es mala' y Rusia ha firmado el documento porque este recomienda no conquistar nuevos territorios, y ellos no hacen la guerra para obtener nuevos territorios, pues, como todos sabemos, consideran a Ucrania parte de Rusia. Se han elegido cuidadosamente los términos de la declaración y así se ha conseguido el aparente acuerdo, que es pura apariencia.
Publicidad
Otro acuerdo alcanzado ha sido el de ayudar a los países en vías de desarrollo (interesantes eufemismos estos) a descarbonizar sus economías. Es muy probable que los miembros del G-20 y otros Estados igualmente comprometidos en la lucha contra el cambio climático, al tiempo que airean sus buenas intenciones, estén repitiendo durante el año en curso las políticas que en 2022 produjeron las siguientes cifras, aportadas por el Fondo Monetario Internacional: siete billones de ayudas públicas dedicadas a inyectar gases de efecto invernadero en la atmósfera cuando dejar de hacerlo es ya muy urgente. La parte española de esta política suicida sumó 11.500 millones de euros destinados a subvencionar el gas, el petróleo y el carbón en la achicharrada piel de toro. En fin, que la hipocresía, y su hermana la doblez, engrasan bastante las reuniones, las declaraciones y los actos sociales, pero siempre ha sido considerada una lacra por los moralistas. Se puede ver un lado positivo en su existencia: las exigencias morales de la sociedad que la practica son tan altas que a veces es necesario hacer como que se cumplen en lugar de cumplirlas, y obliga a cumplirlas de obra a quien no las cumple de corazón. De hecho, aporta un método milenario para escaquearse y adoptar la figura pública del justo que solo cumple cuando le miran, y a veces ni eso, pues tiene el poder de declarar justas por decreto las más injustas de sus acciones.
Entre la corrección política y la hipocresía hay una afinidad innombrable aunque todo el mundo la vea, y en el anfiteatro de la política florecen la hipocresía de derechas y la de izquierdas como dos jardines especializados y fabulosos. El caso Rubiales-Hermoso ha sido un punto de concentración de energías cargado de electricidad hipócrita, y al rey de Marruecos ni siquiera la hipocresía le ha hecho volver corriendo a casa a socorrer a su pueblo, ya que, al fin y al cabo, el pueblo es suyo. No es ningún drama perder unos miles de súbditos; tiene muchos.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión