Hace ahora alrededor de dos mil quinientos años, en varios lugares de Eurasia se produjo un giro simultáneo, que dio lugar a los sistemas filosóficos ... de la llamada Edad Clásica. En Grecia, Persia, China y la India, con Sócrates, Zoroastro, Lao zi -o Lao Tsé- y Gautama Buda las ideas se volvieron hacia el individuo y en el ámbito religioso las creencias comenzaron a centrarse en el monoteísmo, frente al politeísmo tribal y ancestral. El filósofo alemán Karl Jaspers llamó a ese tiempo la Edad Axial, y afirmó que se trataba de un cambio civilizatorio básico que diferenció a Eurasia del resto del mundo. Sobre la sincronía del fenómeno, en sitios tan alejados entre sí, y en ausencia de una conexión histórica concreta, se remitía a una casualidad, aunque otros lo atribuyeron a la maduración similar de sociedades diversas.
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Frente a esa teoría, el catedrático de Estudios sobre Eurasia Central de la Universidad de Indiana, Christopher I. Beckwith, con apoyo en un sólido aparato filológico y arqueológico, propone en 'El Imperio escita' una tesis tan revolucionaria como sugestiva: el origen común en la cultura escita de esos sistemas filosóficos y de los dos grandes imperios antiguos, el Imperio medo-persa, al que él llama escito-medo-persa, y el Imperio chino, o escito-chino, iniciado por Ch'in shih huang ti, el Primer Emperador.
Los escitas fueron un pueblo originario de la zona esteparia de Eurasia central, mencionados por Heródoto en su Historia y tradicionalmente menospreciados como un hatajo de nómadas bárbaros. Sin embargo, la evidencia arqueológica certifica que hicieron avances cruciales en el arte bélico, como la adopción de la espada y el arco cortos y el hacha de combate, que podían manejar a caballo y que los hicieron incontenibles en el campo de batalla. También que fueron los inventores de la estructura jerárquica feudal, que permitía gobernar grandes territorios y fue el cimiento de los Imperios posteriores, de una lengua franca, el escita imperial, que influyó en muchas otras y ayudó a expandir su cultura, y de un monoteísmo que se parece mucho al que hoy profesan miles de millones de personas en todo el mundo.
'El Imperio escita', se compre o no su tesis, es una lectura tan densa como apasionante, para un servidor la más iluminadora de lo que va de año. Afirma Beckwith, entre otras cosas, que no es la relación horizontal -como el comercio- la que produce los cambios culturales, sino la dominación por la fuerza. Si todos somos algo escitas es, en fin, porque supieron imponerse.
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