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Don de lenguas

Resulta agotador andar buscando paralelismos y divergencias en un Gobierno que nació retorcido y retorcido sigue. La luna de miel curó el insomnio del presidente ... y la pandemia anuló las beligerancias que ambos llevaban en los bolsillos, pero los matrimonios de conveniencia hacen aguas. Llevamos una semana escuchando a los ministros socialistas proclamar la calidad de nuestra democracia, como si una consigna subterránea y machacona se hubiera extendido entre sus filas. La finalidad de esta didáctica es, desde luego, neutralizar a su deslenguado número dos y socio de Gobierno, sin que el presidente tenga que salir a escena, mientras se juega la final en Cataluña.

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El señor Iglesias, bolígrafo en mano, siempre convencido de estar en posesión de la verdad, carga las tintas contra los medios de comunicación por ser los altavoces de sus palabras y les atribuye un sentimiento de ofensa por sus declaraciones. Experto en nadar y guardar la ropa, se ha equivocado porque quienes reivindican los valores democráticos con solemnidad no son los periodistas, sino sus compañeros de Gobierno.

La legítima indignación de aquellos jóvenes del 15-M levanta sospechas sobre su ideólogo. Las cifras imparables de jóvenes que ni estudian ni trabajan crecen sin parar. Los otros jóvenes, los de edad laboral, atrapados entre dos seísmos -la crisis económica y la pandemia-, alcanzan el 40% de paro. Eso, bolígrafo en mano y peluquería progre, es una realidad que debiera escandalizarle, y no las deficiencias democráticas de este país a las que alude y que le retribuyen por sus servicios bastante más que a un indispensable médico de urgencias.

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