Tramposo
He conocido en la vida a tipos que piensan que las reglas no son para ellos
Me siento vitalmente cerca de la escuela de comedia italiana de los años cincuenta a setenta; de aquellas películas irregulares, pero estupendas y mordaces, que ... enseñaban a entender la vida como broma, a veces muy pesada, y a no tomarse nada demasiado en serio, empezando por uno mismo. Ha tenido que ver con mi manera de ser, de contemplar la realidad y la propia existencia desde el prisma del humor; cada vez más a medida que he ido cumpliendo años. Presentaban la farsa como el paradigma de lo contrario a la solemnidad y de dar crédito a las mentiras sobre las que se construyen los engaños, los que se sirven con grandes palabras tan rimbombantes como huecas; el cartón que siempre aparece en cuanto se rasca un poco. Aquellas películas retrataban tanto a farsantes y pobres diablos de la vida cotidiana, como hacían sátira de los ridículos prebostes de moral inexistente. De los actores que brillaron en la comedia italiana tengo en el pedestal a Alberto Sordi, el gran Sordi, seguido en aprecio por Ugo Tognazzi. Vittorio Gassman solía pasarse de vuelta en la rosca histriónica y Marcello Mastroianni era demasiado elegante para los roles bufos.
Precisamente, Ugo Tognazzi y Vittorio Gassman son los protagonistas de la película de 'sketches' 'Monstruos de hoy' ('I mostri'), de 1963, que dirigió Dino Risi. Es muy irregular, pero el primer 'sketch' vale por el resto de la película. Se titula 'La educación sentimental', en guiño irónico a la novela de Flaubert, y lo protagoniza Tognazzi con un bigotito que subraya su carácter de inveterado sinvergüenza. Esa educación es la que imparte con variados malos ejemplos que practica y ensalza ante su hijo de unos diez años. El corto recorre una galería completa de pequeñas trapacerías en las que el padre es el listo y los ciudadanos con urbanidad los tontos. Pagar la mitad de pastas que se han comido, circular por dirección prohibida porque se ataja, fingirse tullido de guerra para no hacer la cola en una atracción de feria o sacar el pañuelo blanco y tocar el claxon para burlar un atasco. El niño contempla las maniobras de su padre con vergüenza, pero pone atención a sus explicaciones de que hay que ir solo a lo tuyo sin importar los demás ni fiarse de nadie.
Pensé en cuántos parecidos a ese personaje de Tognazzi he conocido en la vida; tipos (no he tratado a mujeres así) que consideran que las reglas no están hechas para ellos. El corto termina con un rótulo que informa que han pasado diez años, un titular de prensa que dice: «Roba a su padre y después lo mata», y la foto de Tognazzi con su bigotito y cara de circunstancias.
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