fotolia

Indecencia pasiva

No me asustan tanto las pandemias como la necedad asesina en las redes sociales

Dice un proverbio: «no te acerques a una cabra por delante, a un caballo por detrás y a un tonto por ningún lado». Pero, a ... pesar de respetar la distancia social, el asunto de evitar la estupidez es bastante más difícil que sortear el contagio pandémico; están por todos lados. Las redes sociales han venido a instalar en las ideas de los que las lideran unos chips que, binarios o no, están guiando la conducta de algunos sectores hacia lo más sombrío del ser humano.

Publicidad

Los analfabetos, delincuentes, descerebrados o con pensamientos 'exóticos' son legitimados por la sociedad cuando suben a la Red sus hazañas para que puedan ser contempladas y valoradas. Recuerdo la emoción inicial de la tecnología, la promesa de comunicarnos globalmente, de mitigar la soledad que venía para quedarse, del amor empaquetado en chats de madrugada. Pero aparecieron los reporteros de cloaca, los videos de violadores siendo grabados por los colegas para recuerdo de su hazaña, lerdas jóvenes que vejan a una anciana sin consciencia, inocentadas que acaban en drama y amores eternos que duran un instante para ofrecer necesarias sesiones terapéuticas con el fin de borrar el desamparo. En el basto y amplio supermercado de comportamientos inhumanos retransmitidos, prevalecen y alcanzan la cima las humillaciones, la falta absoluta de respeto por el otro, la ausencia de empatía y el silencio indecente y pasivo de quienes conviven con ello. Afortunadamente, la ternura aún no ha sido alcanzada por la virtualidad.

Estos días hemos podido ver en los telediarios las pavorosas imágenes de una cuadrilla de adolescentes atacando a un niño autista. Lo apalean, humillan, vejan, insultan con una violencia extrema. Poco importa que hayan sido detenidos o no, puesto que las leyes del menor amonestarán o multarán el agravio sin enderezar nada más. Lo que resulta escalofriante es que no exista una planificación educacional para los miles, y a veces millones de jóvenes que reproducen esta clase de hechos sin advertir lo que socialmente delatan.

No me asustan tanto las pandemias como el imperio de esta necedad asesina de la convivencia, ante la que las instituciones no se ponen las pilas con urgencia. Vivimos la edad de oro de los derechos del ciudadano pero ¿acaso la amenaza del respeto y la dignidad en la vida no es tan necesaria como la esperada ley de eutanasia? La RAE debería actualizar algún calificativo lleno de alarma en su pronunciación, y a ser posible en castellano, para denominar a esta nueva clase social que, alimentada de estupidez, niega la realidad, ignora la ética y se hace eco de sus delitos con impunidad. Llamarles tontos es demasiado banal para el peligro que encierran.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad