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efe

Fumando a escondidas

La guerra contra el tabaco es la más hipócrita de cuantas libra el falso progresismo

Lunes, 4 de enero 2021, 01:58

Por si fueran pocas las prohibiciones que nos impone el coronavirus y no fuera lo bastante grave la crisis que se nos viene encima, el ... ministro Illa ha prometido emplearse a fondo en el aumento de las restricciones contra el consumo de tabaco, un sector en el que España ocupa el tercer lugar como productor de la UE y del que sólo en Extremadura viven 20.000 familias. El anuncio tiene poco de sorprendente, considerando la habilidad de nuestra peña política en general y de nuestra izquierda en especial para infligir el mayor daño posible a nuestra economía. Ya a Leire Pajín se le ocurrió empeorar el panorama de la recesión económica de 2008 trayendo a comienzos de 2011 esa Ley Antitabaco que supuso un impagable estacazo para nuestra hostelería.

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Yendo algo más lejos de la afición a tirar piedras contra el propio tejado económico, la guerra contra el tabaco es la causa más hipócrita de cuantas libra el falso progresismo que ayer se extasiaba con las volutas de humo de los puros de Fidel y que hoy, con ese empeño puritano e incorregible de meterse en la vida privada de los ciudadanos, ha hecho del antitabaquismo, no ya un objetivo sanitario, sino una cruzada moral que se da de tortas con su reivindicación de la eutanasia. ¿No quedamos en que el cuerpo es de uno y en que el de matarse constituye un derecho inalienable? Por otra parte, si el Gobierno piensa que el tabaco es un enemigo social, lo lógico es que prohíba su producción. Pero no, es mejor convertirlo en el producto más fiscalmente gravado, por delante del alcohol y los hidrocarburos; encarecerlo más a impuestos y anunciar medidas restrictivas todos los años por estas fechas. Es mejor la moralina y la doble moral que ésta conlleva, o sea, una ciudadanía inmadura y colegialmente culpable que fume a escondidas. Es mejor una España colegial en la que los primeros que se saltan la ley son los que la dictan.

Illa va a prohibir fumar en todas partes mientras Ábalos y Lastra echan su cigarrito en el patio de las Cortes sin mascarilla ni respetar la distancia de seguridad. Recuerdo que Iglesias aseguró hace un par de años que «no votaría a alguien que no fumase, ni se tomase un gin-tonic de vez en cuando». Fue cuando su médico le prohibió fumar y él trasladó el debate a la militancia con una pregunta de indiscutible interés nacional: «¿Chicos, queréis que lo deje?». A esos casos clínicos pueden sumarse el de Rajoy y Alonso, dos a los que siempre recuerdo fumando a hurtadillas y que no tocaron la Ley Pajín cuando el primero era presidente y el segundo ministro de Sanidad. A esta derecha liberal nuestra, que no ha leído a Mandeville, también le gusta sentirse traviesilla y picarona.

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