La tiranía de la belleza
La tecnología promueve un lenguaje asociado a la virtualidad y anglosajón
Acopladas a la lengua, los jóvenes y no tan jóvenes deslizan en la conversación palabras que se supone debemos conocer los que estamos a punto ... de cruzar la barrera del sonido. La tecnología se ha infiltrado como una enredadera promoviendo un lenguaje universal asociado a la virtualidad y casi siempre anglosajón. Para las generaciones que tenemos la eterna asignatura pendiente del inglés, lo cotidiano se está poniendo imposible.
Mi peluquera me aconseja que el día en que presento mi nueva novela me haga un 'clean look' y que cuide mi 'outfit' porque tengo que estar 'a full'. Sonrío. No tengo los nervios para tutoriales de tendencias, y ella, que no pierde la oportunidad de desplegar su sabiduría en materia capilar, me explica que se refiere a esa moda de llevar el pelo recogido y tirante. Le hago un 'ghosting' y le digo que me peine como de costumbre.
Probablemente porque me siente poco receptiva aclara que el 'clean look' es básicamente la coleta de la Pantoja, pero fijada con cera o gomina. Vuelvo a sonreír. Mi madre, cuando era niña, me peinaba igual, lo recuerdo nítidamente; me hacía una coleta por la mañana con unas gomas de plástico marrón con las que se ataban los paquetes, que me impedía cerrar los ojos durante toda la jornada. Cuando me la soltaba para ir a la cama creía que mi cráneo tenía artrosis. Quedé harta de tiranteces, pero ella insiste y me propone un 'wet look'. La miro mal tan mal que me dice que hoy no tengo buen 'mood'. Contengo la tentación de hablarle de la tiranía de la belleza, de la cera caliente, de la plancha o de los esguinces que producen las plataformas. Me callo y no le cuento que esa coleta tan ponderada hoy en día era la cola de caballo de toda la vida y lo que no sabíamos, aunque yo lo intuía, era que los dermatólogos advierten de que su utilización puede causar estropicios irremediables o unas entradas que no las remedian ni los turcos.
Cierro los ojos, porque ya no hay revistas ni comentarios que se precien, y dejo que mi peluquera de la 'generación Z' me trajine el cabello, recordándole que lo que verdaderamente quiero es que me haga un masaje en la cabeza hasta que me caiga la baba, que no sé cómo se dirá en inglés. Empiezo a aceptar que mi generación tiene que mantenerse en forma, ¡qué digo!, ser atleta para saltar las barreras, no solo arquitectónicas y tecnológicas, sino la derivada de esta descodificación lingüística que afecta a los mayores de cincuenta. Seguro que ella no sabe lo que significa pelillos a la mar.
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