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La primavera, además de gramíneas y un clima inconsistente, trae bodas y celebraciones, y en el caso de que hayas tenido la suerte de recibir ... una invitación a un enlace que te anunciaron hace casi dos años y no recordabas, prepárate y prepara el bolsillo. No sé el tiempo que ha pasado desde que me gustaba acudir a una boda, desde luego fue antes de que este festejo del amor se convirtiera, para un invitado, en algo complicadísimo que tiene el mismo coste que una semana en el Caribe.
La culpa deben de tenerla esos dos años de espera en los que los novios, especialmente la novia, sufre una especie de rapto mental y cree que es la mismísima Sissi montando uno de sus caprichos en los salones de Viena. Las esperas alteran el estado de ánimo y suelen ser peligrosas. En la red, los consejos y consejeros especializados en bodas y quiebros emocionales pueden ser una pesadilla: caballos blancos y carrozas, coches de época, autobuses cada dos horas, drones que sueltan pétalos de flores, 'cortajamoneros', puestos de sushi, de hamburguesas, de ostras, bengalas de humo de colores, tatuadores, acróbatas. Y desde luego la música; el DJ, los rumberos, el cuarteto de cuerda, una soprano o la orquesta. Ser único, elegante, divertido y dejar la impronta imborrable en la cabeza de los invitados es lo más parecido a una enajenación mental.
La competición está servida y ya se sabe que cuando se trata de tocar el cielo no hay fronteras para un enamorado. La lista de estupideces es infinita, pero lo peor es cuando una recibe el tarjetón de cien gramos de papel pergamino, escrito a mano por una amanuense de la organización, anunciando el enlace; y otro con el plano de la finca donde es el sarao, trazado por un cartógrafo calígrafo, y donde te advierten de que tienes tres horas de coche o la alternativa de dormir en un hotel que han tenido a bien reservarte.
En el mismo tarjetón viene otro más pequeño con el número de cuenta para ingresar una cantidad que cubra el cubierto y el regalo, además del nombre de un jefe de protocolo especialmente contratado para asesorarte y que no des la nota. Para ese momento, si tienes la cabeza encima de los hombros, deberías llamar por teléfono para anunciar que justo ese día, o el anterior, te operas la cadera y no te va a ser posible acudir, les mandas una cesta de productos escogidos y aquí paz y después gloria. Hay que soñar, es verdad, vivir con el pie a tierra permanentemente es agotador, pero lo de las bodas de ahora me reconocerán que no tiene nombre.
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