Era difícil imaginar hace unas décadas que el problema de la sociedad estaría precisamente en su relevo generacional. No hay médicos, faltan enfermeras, cocineros, jefes ... de obra, comerciales y, desde luego, gerentes con cabeza. Muy pocas empresas tuvieron en cuenta que el 60% o 70 % de sus plantillas iban a jubilarse al mismo tiempo y se las ven y se las desean para encontrar a alguien capaz de hacer el trabajo del viejo empleado. Los departamentos de recursos humanos, imprescindibles en algunas empresas, miran cifras y leyes para estar de acuerdo con la política sindical sin tener en cuenta que el factor humano puede decidir el éxito o el fracaso de una compañía.
En las nuevas empresas, esas 'startups' negocios emergentes, en su mayoría tecnológicas, que he tenido la suerte de conocer (fuera de España) los empleados no miran con envidia a los funcionarios. Muy al contrario, su plantilla se nutre de jóvenes prometedores que acuden a su puesto de trabajo con su perro, tienen una cocina además de zonas de descanso y la empresa se ocupa de pagar parte del gimnasio o del tratamiento psicológico. Los horarios son flexibles para los que tienen hijos de corta edad, y las mujeres embarazadas pueden elegir sus condiciones sabiendo que se reincorporarán a su puesto en el momento que prescriba su descanso. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, los empleados rinden, trabajan cuanto necesita la empresa y esta no se convierte en un enemigo que le chupa la vida, sino en un aliado al que dejarán si la relación se deteriora. España consume ansiolíticos como si le fuera la vida en ello, quizás para empezar haya que mirar si el trabajo es una penitencia o una oportunidad.
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