Avelino Gómez

La puñetera IA

He experimentado a lo largo de mi vida las diez mil maneras de sentir que a una le cortan las alas. Soy mujer, periodista, analógica, ... bajita y con la suficiente mala leche como para no rendirme. Me rebelo, sigo haciéndolo, pero no consigo nada. La inteligencia artificial se me cuela una y otra vez por el teléfono, el ordenador, la táblet y ahora por una aspiradora a la que miro como si me hubiera invadido un espía de Netanyahu…

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A mi alrededor la gente está encantada haciendo consultas y manteniendo casi un idilio con ella. Me dicen que soy idiota porque ella puede escribir hasta una novela, pero hay algo que me repele en tanta facilidad y sumisión. Me siento en plena regresión tecnológica ante semejante acoso, muy a mi pesar. Si quiero abrir una aplicación me sale uno de esos cartelitos redactados por las mismas mentes perversas que redactan los contratos financieros, las condiciones de devolución de Temu o los prospectos farmacéuticos; una jerga disuasoria y opresora que me pone contra la pared, sin opciones y rezando 'virgencita, que me quede como estoy'. Consentir esto o suscribirme… Ampliar contenido o callar para siempre… Me levanto, respiro profundamente, para al final cerrar la aplicación y, con aire chulesco, abandonar diciendo aquello de 'que te den'… Y así es, porque a quien le dan es a mí misma, que si quiero estar al día siento que tengo que inmolarme en la plaza publica de esta inteligencia artificial a la que me resisto a alimentar y de la que no me fío ni un pelo.

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