La imagen de Venecia con sus canales desbordándose y anegando la Piazza San Marco es relativamente frecuente, pero ver los cimientos de los palacios, o ... los canales vacíos, sin posibilidad de que las góndolas los naveguen, no es algo a lo que estemos acostumbrados. La causa, al parecer, es un anticiclón asentado sobre el norte de Italia que afecta a las mareas, pero cualquier fenómeno meteorológico se atribuye al cambio climático.
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La sequía, esa pandemia que nos afecta especialmente a nosotros, también a él atribuida, tiene además otros factores que los sucesivos gobiernos de este país no han considerado de prioridad. Si Italia encabeza la lista de países con mas perdidas de agua, España le sigue con una red de distribución y mantenimiento que soporta en algunos lugares más de un 60% por ciento de filtraciones de ese precioso liquido por el que andamos penando.
Las estimaciones realizadas solo en Cataluña arrojan un resultado escalofriante; casi un 90% de la población se encuentra afectado por la falta de agua y, sin embargo, no hay un grito, una pancarta, una manifestación para que se legisle o se invierta en lo más esencial. No sé a quién debemos reclamar el perverso desplazamiento de las realidades esenciales hacia otras que, mejor o peor, lo admitamos o no, saciarán solo a minorías. Para unos el fútbol justifica la existencia y para otros será el sexo, o un plato de callos, pero lo esencial y universal no debiera verse afectado por esta tontera de café para todos. El agua, que en unos meses volverá a ser noticia, se filtra hacia las profundidades sin canalizarse para nuestra eterna sed, quizás porque hemos decidido vivir en la superficie.
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