Duelo y sonrojo
Si uno invierte unas horas en contemplar el comportamiento de la clase política corre el grave riesgo de ver incrementada su angustia existencial, a menos ... que acepte que la política ha muerto y, al estar de duelo, no se tienen las neuronas operativas.
Platón y Aristóteles consideraban que la democracia no era una buena forma de gobierno por ser demasiado incluyente. Decían que se corría el riesgo de que los ciudadanos votaran irracionalmente sobre asuntos que requerían un conocimiento profundo. Este problema nos afecta a la inversa. A tenor del conocimiento que nuestros elegidos muestran, no solo de las instituciones, sino de sus competencias, tenemos derecho a sentir incertidumbre. Ellos, ni cortos ni perezosos se han hecho con una plantilla de asesores que se ocupan de dar lustre a las iletradas señorías que pagamos los demás, es decir, los que sabemos lo que vale un peine, y que tan poco podemos hacer. Los políticos parecen poseer mecanismos desconocidos capaces de volvernos locos y hacernos enrojecer de vergüenza, así que tratar de analizar con cabeza los despropósitos que nos asisten es, a todas luces, una pérdida de tiempo hasta que volvamos a las urnas.
Me sumerjo en la oferta de una empresa americana especializada en «tecnología del duelo» o «nigromancia digital», o lo que viene a ser mantener eternamente vivos los recuerdos de nuestros seres queridos que pasaron a mejor vida. Quizás la tecnología nos brinde la posibilidad de hacer un Parlamento y un Senado virtual donde, además de educación, los despedidos aprendan a respetar las leyes sin retorcerlas como para que quepan en sus bolsillos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión