Basta
Cuando hablamos de feminismo, como si tuviéramos que justificar el hacerlo, nos remontamos a esos periodos de la historia en los que la mujer, por ... no tener, no tenía ni alma. Es un preámbulo paliativo que aplicamos para limpiar la rabia, la inquina, la maldita ideologización que trata de imprimir la política al feminismo. Ya no toca hablar de sufragistas, de Simone de Beauvoir o la oficialización del Día de la Mujer. En Irán, los integristas, que llevan siglos sin dar un palo al agua mientras las mujeres sostienen el tejido social de un país, se dedican a perseguirlas, a cerrarles los colegios, las universidades o a envenenar a las niñas que acuden a clase, y aquí los agravios se fabrican en los despachos ministeriales con la arrogancia de quien ignora lo que se juega porque nunca le ha faltado.
No han sido precisamente los hombres quienes se han levantado indignados para defender nuestros derechos, se han mantenido a nuestro lado, y no todos, apoyándonos, acompañándonos, haciéndonos sitio en las tribunas para que la voz de las mujeres se abriera paso. Este 8 de Marzo me ha dejado un mal sabor de boca. Un sabor agrio, vetusto, inquisidor y prepotente que venía manifestándose desde hace tiempo y cuyo despropósito no tiene límite. La verdad es que no sé cómo va a ser posible desprenderse de la huella que dejará este Ministerio de Igualdad, pero muchas mujeres estamos hartas de que en La Moncloa se acepte pulpo como animal de compañía. La causa del feminismo no es la causa de la ruptura de la coalición gubernamental, que no la instrumentalicen. El feminismo estatal no representa a las mujeres. Basta.
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