La costumbre
Menos el año en el que el covid nos enmudeció de asombro, cada enero invierto un tiempo en revisar los artículos que he escrito. Cada ... año creo percibir que sobrevuelan sobre ellos acontecimientos que se repiten como en el día de la marmota. Una guerra, la consecuente oleada de inmigrantes tratando de atravesar fronteras, la crisis energética o el cambio climático son valores seguros aferrados a nuestra vida como una garrapata. Estamos acostumbrados a la información como si se tratara de una crónica de lo irremediable. A nadie le gustan los balances, la contabilidad de la vida acostumbra a descuadrarse. Es la puñetera costumbre del mes de enero y reconozco que corro el riesgo de acercarme a mirar lo que sucede con los ojos llenos de costumbre. Ella nos arropa, nos protege del desarraigo, pero también nos roba rebeldía y nos echa de nuestros nidos para convertirnos en unos eternos estudiantes de Erasmus.
Desde el balcón de los años, y porque empiezo a ver los narcóticos efectos de la costumbre en nuestros jóvenes, reavivaré la rebelión. Ellos, capacitados, errantes, con destinos tan básicos como tener una vivienda o luchar por el respeto, han cerrado los oídos y los ojos a las sombras chinescas de la política. Si a nosotros nos aborregó el 'Un, dos, tres', a ellos las series les permiten tener el pensamiento perfectamente anestesiado.
Yo no me olvido de que hay que preparar el cuerpo desde ahora para la campaña electoral que se nos avecina. El cerebro es un músculo y habría que perder la costumbre de depositar la confianza sin utilizarlo y sin mirar atrás.
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