Caja del tiempo
Los valiosos legados de Blas de Otero y Sánchez Ferlosio están a nuestro alcance
He mirado en la enciclopedia de enciclopedias y he visto que el término «cápsula del tiempo» es más común que «caja del tiempo». La caja, ... sin embargo, me gusta más por ser el recipiente universal, la imagen del contenedor siempre a punto de revelar su secreto, mientras que la cápsula, en esta ocasión y en otras, parece contener la idea de algo hermético o sellado. También he visto que William Jarvis, estudioso de la cosa, opina como yo (perdón, yo opino como él) que las llamadas «cápsulas del tiempo» normalmente están llenas de «basura inútil». Son las expresivas y precisas palabras de Jarvis (yo iba a decir «porquerías varias», que es lo mismo). «Una cápsula o caja del tiempo es un recipiente hermético construido con el fin de guardar mensajes y objetos del presente para ser encontrados por generaciones futuras», leemos en Wikipedia.
La misma enciclopedia virtual nos hace ver, sin embargo, que las mejores cajas del tiempo no son herméticas. Algunas las construyen las colectividades y el azar, como las ruinas de Pompeya. Otras las fabrica un autor a lo largo de su vida. Así el archivo personal de Rafael Sánchez Ferlosio, que la Biblioteca Nacional acaba de comprar a su viuda. Las ruinas de Pompeya o el archivo personal de un escritor, sobre todo de un escritor importante y prolífico como Rafael Sánchez Ferlosio, están compuestas por objetos relevantes que rebosan información y emoción, cosas que tienen las formas de la vida y de la creatividad, de la literatura y el pensamiento. La casa del barrio de Prosperidad, en Madrid, fue la caja que contuvo cajas y cajas de cuadernos manuscritos, dibujos, fotografías, correspondencia, y la Biblioteca Nacional es otra gran caja del tiempo dividida en cajas menores.
En Bilbao, la Fundación Blas de Otero ha encontrado su recipiente (el edificio como caja, la sala como caja) cedido por el Ayuntamiento, en pleno Ensanche. Allí se trasladó hace poco el legado de Blas de Otero, uno de los poetas más importantes de la generación del 36. Lo donó Sabina de la Cruz, que fue su mujer y que ha fallecido hace poco por culpa de este coronavirus que se está llevando a tanta gente. Este otro valioso legado nos permitirá asomarnos al mundo que vio el poeta, los libros que leyó, la música que escuchaba…
El actual director de la fundación está ordenando los fondos, dejándolos listos para la intervención de los técnicos que habrán de clasificarlos y archivarlos. Y lo está haciendo (puedo dar fe) con la emoción de quien abre una caja y se asoma al mundo de un autor favorito, las señales de una vida, el estilo de una época, la hondura del tiempo.
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