El capitalismo tras el Covid-19
Análisis ·
Crece titubeante la quinta revolución industrial, la de la sostenibilidadDiscurrir acerca del futuro que se esconde tras la pandemia constituye un ejercicio de divagación. En consecuencia, los comentarios que siguen son de cuestionable alcance ... y probabilidad. Pero a su vez, la tentativa es procedente si queremos despojarnos del llamado 'sesgo de normalidad'. Nuestro cerebro está configurado para instar a que las cosas sean 'como antes'. Y eso, aparte de constituir un peligro, no va a ser así.
Las consideraciones comienzan con el plano médico. La primera se refiere a la evidencia de que habrá más virus que ataquen al hombre en el futuro, y que las administraciones sanitarias dispondrán entonces de sistemas eficientes para la detección de nuevos brotes y para su aislamiento. Incluye este apartado todas las derivaciones de la higiene del distanciamiento social y de su radical influencia sobre la actividad económica, sobremanera en los sectores del ocio, la restauración y el amplísimo epígrafe del turismo. Sin olvidar la necesaria remodelación de la Organización Mundial de la Salud, que debería liderar, entre muchos otros, un acuerdo global sobre suministros médicos.
La explosión digital traza algunos escenarios de gran envergadura. El avance de la fiscalidad internacional frente a las grandes plataformas tecnológicas, lo que proporcionará equidad al sistema y nuevas fuentes de ingresos. La coordinación digital creará un nuevo conjunto de estructuras regulatorias y éticas que resuelva los conflictos derivados de la privacidad de los datos y acometa la integridad de nuestro ecosistema de información, dado que en la actualidad los grandes bloques económicos mundiales tienen normas e intereses distintos y hasta incompatibles. Todo ello se resume, según los expertos digitales, en la convocatoria de un nuevo 'Bretton Woods' para regular la próxima era de la economía intangible, posiblemente liderado por el G-20 dados sus atributos de representatividad.
Pero la pregunta clave se dirige al perfil del capitalismo en la etapa abierta tras el Covid-19. En la memoria colectiva resuenan las proclamas de los jefes de Estado en la cumbre de Londres de abril de 2009: los paraísos fiscales quedarían inmediatamente abolidos y el capitalismo debía ser refundado, en la estela de la gran crisis de 2008 originada en Wall Street. «El 'laissez-faire' se ha terminado, el mercado todopoderoso que siempre tiene razón se ha terminado», aireaba el entonces presidente francés Nicolás Sarkozy. Pero aunque tocados, los paraísos fiscales no están hundidos y nadie discute que el mercado libre, con todas sus limitaciones, es el único sistema conocido para la adecuada asignación de los recursos.
Desde hace cuatro siglos el capitalismo se adapta a sucesivos contextos en una inagotable metamorfosis. El capitalismo es una mutación continua de la economía de mercado. En 1945, el látigo del orden clásico liberal, J. M. Keynes, «vino a salvar el capitalismo, no a hundirlo», como ha puntualizado el nobel Paul Krugman.
Anatoly Kaletsky, autor de 'Capitalismo 4.0' cita a Max Planck cuando señala que «las ciencias avanzan a golpe de funeral». En la nueva etapa prevalecerá como valor mayor el pragmatismo, la experimentación y el método de 'error y prueba', conductas todas ellas en las que las ideologías cederán el paso al sentido común, y el mercado y el Estado harán un hueco sustancial a las 'comunidades' como augura Raghuram Rajam en su obra 'El tercer pilar'.
Kaletsky augura «más gobierno, pero más reducido». El sector público experimentará un adelgazamiento de estructura unido a la consolidación de su influencia y responsabilidad. Recuperar nuestra armadura ética y moral, una actitud inclusiva basada en una regulación global y un refuerzo de las iniciativas públicas, se citan, según Paul Collier entre las bases de la nueva era ('El futuro del Capitalismo').
La crisis vírica actual no es achacable al sistema. Después de todo, y parafraseando a Churchill, el capitalismo sigue siendo «la peor forma de sistema económico con excepción de todos las demás que han sido ensayados». No obstante, se percibe un creciente escepticismo hacia el fundamentalismo de los mercados y sin duda un retorno progresivo a las soberanías nacionales, en forma de neonacionalismos y neoproteccionismos.
Tras la crisis del Covid-19 crece titubeante la quinta revolución industrial, la de la sostenibilidad. Unida al estallido de la vigente era digital, el progreso carece de una avenida bien señalizada, nítida y previsible. Sólo intuimos que nada será ya igual.
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