Alessio Lisci I, de becario a emperador de Miranda
El romano se reafirma como un técnico de primer nivel a orillas del Ebro, que le brindará un cariño eterno. Llegó al fútbol español con la beca Leonardo y repartió comida italiana en Valencia en sus primeros años
Cuando la directiva del Levante le comunicó por teléfono a Alessio Lisci (Roma, 1985) su ascenso como entrenador del primer equipo estaba ya anocheciendo. El ... técnico casi colgó el móvil antes de aceptar para ponerse a trabajar de inmediato. Abrió el ordenador y comenzó a ver vídeos del próximo rival, Osasuna. Le dieron las cinco de la mañana. A las siete estaba en la ciudad deportiva, listo para preparar su debut en Primera en 2021 con tan solo 36 años.
Esa sería tan solo una de las muchas noches sin descanso que acumula en una trayectoria con todo el futuro por delante, pero con 18 años ya a su espaldas. La mayoría de edad le ha llegado en Miranda. Una metáfora sobre su consolidación como una figura de primer nivel. En el mismo lugar en el que hace un año se sentía «desanimado y triste», como reconoció el presidente, tras las críticas y pitos recibidos por una parte de la afición. La misma que ahora le venera y le considera su 'capitano'. Vinculado para la eternidad al banquillo de Anduva. Forma parte de nobleza del club. Emperador de la ciudad. Alessio Lisci I.
El técnico que ha llevado al Mirandés a ser uno de los equipos de moda en el planeta fútbol viene de Roma. Las cartas fueron su método de entrada a España. Escribió a los veinte clubes de Primera en 2011. Quería un banquillo donde hacer las prácticas del máster en Preparación Física. Un Erasmus de fútbol. Tenía 26 años y hacía cuatro que había colgado las botas. De futbolista le pudieron las prisas. Pero de entrenador estaba dispuesto a ser paciente y esperar su momento. Se lo prometió y lo ha demostrado en Anduva. Ha tenido que lidiar con dos pretemporadas sin apenas jugadores del primer equipo a los que dirigir. Especialmente la última. «Al principio pensaba en irme», reconoce. Un estoico.
Alessio es la abreviatura de Alessandro. Significa 'defensor de la humanidad' o simplemente 'defensor'. Lisci solo cumple con el primer indicador. Destaca por la cercanía y la empatía con el jugador. Es su manera de hacerse respetar. Junto con los conocimientos y el trabajo incansable, logra el compromiso de sus plantillas. Detrás de una cara angelical, con ojos claros, lunar en el pómulo izquierdo y sonrisa arrebatadora, Lisci se sale de los guiones establecidos. En su debut en el Bernabéu, Carlo Ancelotti le estrechó la mano y le advirtió. «Te preguntaré algo importante. No te equivoques. ¿Eres de la Roma o del Lazio?», le cuestionó el que fuera jugador 'giallorosso' entre 1979 y 1987. La respuesta le dejó todavía más patidifuso. Es fan del Inter.
Además del madridista, Héctor Cúper fue el primer entrenador que le fascinó. Como todo niño transalpino de los 80, se crio con el 'catenaccio', al que solo recurre en situaciones de urgencia como la del pasado agosto. Como sólo disponía de tres centrales, tres mediocentros y dos porteros para entrenar, se centró en la labor defensiva. La solidez fue la clave de las primeras victorias. Luego llegaron las goleadas.
El segundo técnico extranjero de la casi centenaria historia del Mirandés (tras el también italiano Lorenzo Massobrio, entre 1954 y 1957) jugó en varios clubes de la sexta división italiana y en la ACD Guidonia Montecelio, en la metrópoli romana, en Serie D. Donde mueren muchas de las perlas del país. «No tuve nada de paciencia. No hubiera llegado a Primera, pero creo que podría haber vivido del fútbol sin ser rico», contó en 'Mundo Levante'. La comprensión del juego le salía tan fácil, tan innata, que nunca desarrolló temple para los inconvenientes. En verano del 2007 colgaba las botas el chaval de melenita castaña. Pero el fútbol seguía dentro de él.
Hizo varios cursillos para formarse y entró en la disciplina de la Lazio, pero la bisoñez limitaba su crecimiento. ¿Qué hace un joven cuando siente que un lugar se le queda pequeño? Irse de Erasmus. Logró la Beca Leonardo da Vinci (con prácticas remuneradas) y optó por saltárselas en un club de su país que le había tocado. L' Espagna le llamaba más la atención. El tiki-taka. El juego posicional. El idioma del fútbol de la época.
Ascenso desde alevines
Buscó la dirección de todos los clubes de Primera de la época y les envió su carta de presentación. Apasionado del fútbol, exjugador, licenciado en Educación Física, busca un equipo de prácticas remuneradas por una fundación bancaria. Solo le respondieron dos. Por envergadura, la del Atlético de Madrid era la más prestigiosa. Pero no pasaba de un equipo de fútbol 7. En el Levante, por contra, además de dirigir al alevín, formaría parte del cuerpo técnico del juvenil. Analizó los pros y contras y apostó por tierras levantinas.
Ese año ganó la liga con los niños de 11 y 12 años. Se acabó la beca pero el Levante optó por renovarle. Ya de su bolsillo, pero sin un contrato suntuoso. Durante las dos siguientes temporadas, Lisci compaginó lo futbolístico con la venta de productos alimenticios italianos a restaurantes de Valencia. Al tiempo, demostró estar preparado para lo máximo (ganó también con el Infantil E (2012-13), Infantil C (2013-14)y Juvenil B (2017-18), y enseguida creció en la jerarquía granota hasta destacar en los dos equipos más representativos de su cantera: el juvenil A y el filial. Con los jóvenes fue subcampeón y semifinalista de Copa (2019) con un fútbol muy vistoso y evitó después el doble descenso del segundo equipo en el año en el que se disgregó la Segunda B (2021) tras tomar las riendas en una situación delicada.
La campaña siguiente llegó el caos al Ciutat de Valencia. Se cesó a Paco López y a Javi Pereira. Siete puntos en 15 partidos. Lisci mejoró mucho al equipo, rompió una racha de 27 partidos sin ganar y logró 28 puntos en 23 jornadas, pero insuficientes para evitar el descenso. En una decisión polémica, el Levante optó por otro entrenador y ofreció a Lisci el puesto de director de metodología. El italiano lo rechazó.
¿Qué hacen los jóvenes cuando sienten que tienen las puertas cerradas y no saben a dónde ir? Año sabático. Lisci no estuvo en ningún banquillo, pero se empapó. Se reunió con varios equipos. Elche, Castellón… Ninguno le convenció. Quería algo a largo plazo. Su madurez había vencido a la impaciencia. Uno de los entrenadores que más le gustaba era Iraola, y le llegó una oferta del Mirandés. El resto es historia.
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