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Manos tiznadas de dignidad
Las escarbilleras, mujeres que buscaban restos de carbón en las vías, son parte de la historia de la ciudad
Raúl Canales
Jueves, 9 de marzo 2023, 00:01
Viuda y con cinco hijos, Eulalia tuvo que buscarse la vida para sacar adelante a su familia. Como muchas otras mujeres de la España de ... la posguerra, épocas de hambre y necesidad, escarbaba entre los restos del carbón desechados por los trenes y luego vendía los sacos de casa en casa a cambio de un duro. Este trabajo, que no era un empleo reconocido, se compaginaba con otros oficios que reportaban ingresos adicionales. Por ejemplo, Emilia lavaba a mano en el río toda la ropa de las congregaciones religiosas antes de cargar hasta El Crucero con una pesada carretilla en la que llevaba el carbón que había podido recoger en la zona que ahora ocupa el colegio Cervantes. «Una parte la vendía entre los vecinos y la otra la utilizaba para cocinar y calentar la casa», recuerda su nieta Isabel, que no la conoció pero que ha escuchado infinidad de anécdotas de aquella abuela infatigable que trabajaba de sol a sol para llenar el plato de los suyos.
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Todas aquellas mujeres que salían cada atardecer a escarbar en las vías del tren para ganarse unas monedas con las que completar la maltrecha economía doméstica, recibieron ayer un merecido homenaje. «Para mí acompañar a mi abuela era como un juego, pero con el tiempo, entiendo el sacrificio que realizaba», afirma Lucas, emocionado al ver el nombre de varias mujeres de su familia en la placa. Cuando era niño, la garita de los ferroviarios le servía para sus aventuras de indios y vaqueros en lo que él imaginaba que era un fuerte como los que veía en las películas, pero mientras correteaba entre las vías, decenas de mujeres regresaban con la cara tiznada de negro de tanto escarbar en el carbón. La mayoría lo hacía tras haber completado antes larguísimas jornadas de amas de casa y temporeras en la vendimia.
Los pesados baldes y sacos se vendían de casa en casa o servían para calentar el hogar familiar
También Javier guarda recuerdos de aquellos años en los que su madre llegaba a casa con grandes cuencos en la cabeza. Había aprendido la técnica de portar la mercancía así de su infancia en Bilbao, observando a las pescaderas. «Estamos hablando de que llevaba un balde que pesaba más de 30 kilos, pero se ponía un pañuelo enrollado en la cabeza y se movía con mucha soltura», afirma. En su caso, utilizaban el carbón para combatir el frío «aunque seguramente de vez en cuando algo vendió también porque nos hacía falta el dinero y cualquier ingreso era bien recibido».
En la posguerra, muchas mujeres sacaban adelante a sus familias con trabajos no reconocidos y mal pagados
El apogeo de las escarbilleras fue en la década de los 50, cuando imperaba la escasez y el estraperlo era moneda corriente. Pero también abundaba la solidaridad. Compadecidos de aquellas mujeres que buscaban sacar adelante a sus familias, los maquinistas y fogoneros muchas veces arrojaban unos ladrillos de carbón a la cuneta a su paso por las afueras de la ciudad, para que ellas los recogieran.
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«Miranda era un gran centro ferroviario que unía dos de las líneas más importantes de la península, la de Madrid a Irún y la de Castejón- Bilbao, por lo que proliferaban las escarbilleras, una figura que ha ido desapareciendo del imaginario colectivo y que las nuevas generaciones no conocen pese a estar estrechamente ligada a la historia de la ciudad», aseguran desde Podemos, impulsores del homenaje.
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