Milagro en una grieta del Annapurna: «No entendemos cómo aguantó tres días»
Chepal Sherpa, de visita en Bilbao, recuerda los detalles del milagroso salvamento del indio Anurag Maloo hace dos semanas
Chepal Sherpa era el jefe de la expedición comercial de la agencia Seven Summits al Annapurna (8.091 metros) que el mes pasado colocó a ... a una veintena de personas en la cima, entre clientes y sherpas. Durante el descenso se cruzó cerca del campo 4, a casi 7.600 metros de altitud, con uno de los clientes, el indio Anurag Maloo, que había decidido intentarlo sin bombonas de oxígeno. Sus progresión era extremadamente lenta y mostraba síntomas de mal de altura, así que le obligó a darse media vuelta junto con el sherpa guía que le acompañaba.
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Pero en el descenso sobrevino la tragedia. En un rápel a unos 6.000 metros de altitud, Maloo se equivocó de cuerda y cogió una demasiado corta. Cuando esta se acabó, cayó más de un centenar de metros por la ladera y acabó hundiéndose en una grieta. Su sherpa acompañante lo vio todo y avisó inmediatamente a Chhepal. Horas más tarde, el jefe de la expedición y varios sherpas más estaban alrededor de la grieta. «Le gritamos varias veces pero no respondió», recuerda Cheepal. «Intentamos descender por la grieta, pero no llevábamos el equipo adecuado y estábamos muy muy cansados porque todos bajábamos de la cumbre».
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Por si fuera poco, se encontraban en el punto más peligroso de la ruta de ascensión, el final de un cañón en el que, a modo de embudo, convergen todas las avalanchas que caen de la zona alta de la montaña. «Así que decidimos bajar al campo base a pedir ayuda antes de que el rescate de una persona se convirtiera en el de cuatro o cinco».
Allí pidieron la colaboración de los polacos Adam Bielecki y Mariusz Hatala, que estaban en el Annapurna preparándose para abrir una nueva ruta en la cara noroeste de la montaña en estilo alpino. «Es una vía muy técnica y llevaban material que nosotros no teníamos en el campo base y que era imprescindible para poder sacar a Anurag de la grieta», explica Chhepal.
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El siguiente paso fue esperar a que las condiciones meteorológicas y de la montaña les permitiesen volver a la boca de la grieta. Transcurrieron tres interminables días hasta que llegó ese momento, «así que todos teníamos bastante asumido que lo que íbamos a rescatar era un cuerpo, no una persona viva», aclara.
Semienterrado e inmóvil
Les llevó varias horas montar todo el equipo de cuerdas y poleas antes de que Adam Bielecki se pudiese descolgar por la grieta. «Al principio era muy estrecha, pero más abajo se abría en una gran cavidad», explica el sherpa. Tras descender unos cincuenta metros, Bielecki por fin vio el cuerpo del alpinista indio, semienterrado e inmóvil en la nieve. Se aproximó a él y... ¡estaba vivo!
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«Cuando nos lo dijo por la radio no nos lo podíamos creer. Todavía no entendemos cómo pudo aguantar así tres días», reflexiona en alto el sherpa, aunque tiene su propia teoría de cómo pudo sobrevivir a la caída de cincuenta metros. «La grieta tenía muchos salientes, así que no fue una caída limpia. Fue pegando en las paredes y en esos salientes mientras caía. Eso le provocó las fracturas que tenía en las piernas y los brazos, pero también fue lo que le permitió amortiguar la caída y lo que le salvó la vida».
«Los salientes de la grieta le provocaron fracturas en brazos y piernas pero amortiguaron la caída y fue lo que le salvó la vida»
El resto de la historia queda ya como uno de los rescates más increíbles del himalayismo, aunque Chhepal no le dé demasiada importancia. «Era un cliente de nuestra expedición y nuestra obligación era intentar salvarlo», asegura. Fiel al pragmatismo sherpa, al guía le preocupa más «cómo quedará el pobre chico con todas las lesiones que tiene».
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Este no es el primer rescate en el que participar Chhepal Sherpa, ni seguramente será el último. Cuestionado sobre si es el más extremo al que se ha tenido que enfrentar, reflexiona unos segundos y de su boca sale una palabra que repite varias veces: «Peligroso, peligroso. El más peligroso sin duda». Pero, por una vez, el ochomil más mortal permitió escapar con vida a una de sus víctimas. Y a sus rescatadores.
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