Una Blanca entre calabozos y el juzgado
EL CORREO acompaña a una abogada de guardia. Vive esas 24 horas pegada al móvil, con siete arrestados asistidos. Dos, acusados de agresión sexual
David González
Domingo, 6 de agosto 2023
Son las 7.40 horas del día de La Blanca y Ana Yániz recibe la llamada que nadie desea. Desde la comisaría de la Ertzaintza ... le informan de dos arrestados sospechosos de haber cometido sendas agresiones sexuales. Con el paso de las horas se entrevistará con un total de siete detenidos. Porque la Policía Local y la Nacional también demandan sus servicios profesionales en este día grande para el grueso de la población y de ritmo frenético en la justicia local. Éste es el relato de una guardia en el turno de oficio de Vitoria. 24 horas –que pueden alargarse hasta las 72– en las que esta letrada atraviesa por un carrusel.
Aparte de los sospechosos de ataques sexuales –uno de ellos, menor de edad–, en su libreta anota los nombres de un par de encerrados por enfrentarse y atacar a agentes uniformados, otro más investigado por golpear a su pareja sentimental tras la noche de fiesta, un detenido por carecer de papeles y una mujer derivada a la comisaría de Aguirrelanda por agredir a su suegra. Un poco de todo.
EL CORREO acompañó a lo largo de ayer, en el día grande de La Blanca'23, a esta profesional del Derecho con 22 años de servicio en su cartera. Para ser exactos, ejerce desde el lejano 12 de febrero de 2001. Pese a contar con un nombre hecho y una cartera de clientes ganada a lo largo del tiempo, jamás ha abandonado el turno de oficio, al que se ingresa al tercer curso colegiado. «Al principio lo hacía para ganar experiencia, ahora por pura vocación. Me gusta mucho».
Como ella, la mayoría de los 550 abogados que ejercen en la provincia. Esta apuesta por la justicia gratuita –a la que sólo pueden acceder los insolventes o aquellos con rentas bajas– les conecta con una realidad más abrupta, por la que cobran muy por debajo de su tarifa. «Unos 330 euros por caso. Puede parecer mucho, pero ten en cuenta que cada asunto puede alargarse hasta los dos años o más. Esto es vocacional», enfatiza esta vitoriana experta en empatía. Tendrá que echar mano de esta cualidad a lo largo del día. En bastantes ocasiones, además.
Cuando Yániz encara la escalinata de la comisaría de Portal de Foronda –la casa de la Ertzaintza– se cruza con jóvenes de regreso al hogar, algunos tambaleándose. También aparecen blusas y neskas, con los uniformes impolutos y ávidos de reencontrarse con sus compañeros de aventuras en sus respectivas cuadrillas. La vida no para. Mientras, intramuros, le aguardan tres casos de una tacada. «Hay una compañera de apoyo por si se acumulan los asuntos», se escuda. Ayer fue Nerea Axpe, que también debió lidiar lo suyo.
El lunes, a Fiscalía de Menores
Ana despacha con rapidez el caso de un joven que se enfrentó a patrulleros. Puesto en libertad, pero deberá responder en un juicio próximamente. Más peliaguada es la entrevista con los padres de un menor sospechoso de haber cometido un delito contra la libertad sexual sobre otra adolescente. Imputado y víctima son citados para la próxima semana en la Fiscalía de Menores.
Y aún resta entrevistarse con un varón detenido tras haber intentado abusar de una mujer cerca del hospital Santiago. No colabora. Se lo pone tan difícil a ella como a los agentes, que descubren que maneja varias identidades. Así que, aparte de tomarle muestras de ADN, envían sus huellas a la Policía Nacional. Hoy, tras pasar noche en una celda y ya con su verdadera identidad revelada, será presentado ante el Juzgado de Instrucción número 2. Ana estará a su lado.
«Estamos aquí para garantizar los derechos de todo el mundo. Las 24 horas, los 365 días del año». Es su respuesta cuando se le pregunta sobre el dilema de defender a una persona acusada de un hecho tan despreciable.
Poco antes de las 10.30 horas se pasa por primera vez por el Juzgado de guardia. Le informan de las novedades. En los pasillos se topa con Nerea Axpe, su compañera de refuerzo para una jornada plena de actividad. Esta segunda profesional está tratando de calmar a otro investigado, reacio a dejarse aconsejar.
Yániz no puede quedarse a echar una mano. Le toca pasarse por Aguirrelanda. «Tenemos un tiempo máximo que no podemos sorbresar». Entre una hora y media y tres horas. Sin embargo, no pierde la sonrisa. Ayuda también el personal de las comisarías y del juzgado de guardia. En la base de la Guardia urbana le reciben de forma exquisita. «Perdona, estamos con otro asunto y enseguida te atendemos», le ruega un policía local. El hall rebosa de ciudadanos desplazados para poner denuncia. Muchos acuden por el hurto de su móvil, otra de las lacras de estas fechas.
Son las 11.05 de la mañana y lo que parecía una cita de apenas unos minutos para auxiliar a un joven visiblemente bebido, y algo lastimado, enseguida se complica. «Disculpa, nos ha entrado una violencia de género». Una pareja que, tras alargar la noche hasta el amanecer, acaba con una agresión de él a ella. La visita se estira hasta la hora y media.
Sin parar
Mientras las familias y cuadrillas de blusas y neskas se sientan alrededor de una mesa, Yániz se presenta en la comisaría de la Policía Nacional. Un extranjero pillado «en estancia irregular» se expone a la expulsión. Dispone de 48 horas para alegar. Se muestra optimista. «No tiene ningún delito, aunque sí un expediente administrativo por carecer de documentación». Adelanta que pleiteará por mantenerle aquí.
El móvil de la guardia sigue repiqueteando. Poco antes de las seis de la tarde le requieren de nuevo en Aguirrelanda. Esta vez se trata de una mujer detenida por «agredir a su suegra». Hacia allí se encamina rauda.
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