Los riesgos de probar hasta cien vinos un día sí y otro también
Ferran Centelles, antiguo sumiller de elBulli, divulgador vinícola y uno de los mejores profesionales del país, acaba de ponerle el cascabel al gato
Julián Méndez
Martes, 23 de septiembre 2025, 18:45
La pasada semana tras haber participado en una cata profesional de ¡100 vinos! en Rioja, Centelles quiso saber qué cantidad de alcohol había acumulado en sangre. Para ello sopló en un etilómetro (un alcoholímetro, vaya).
La cifra que apareció en pantalla fue de 0,040 BAC «equivalente a 0,20 mg/alcohol en aire espirado si hiciéramos la prueba de la alcoholemia», según explicó ayer en otro reel de Instagram (@ferrancentelleswine).
El límite al volante está en 0,25 mg.
«En las catas escupimos siempre, (era) para ver cómo estaba de alcohol en sangre. Esto es parte del día a día. Por comentar».
Sumilleres, profesionales del vino, tenemos un problema.
Luis Gutiérrez, catador y cabeza visible de la publicación referencial The Wine Advocate en España y Portugal, (los famosos puntos Parker) le replicó «después de 200 vinos estás muerto. Punto».
Y en respuesta a otro Master of Wine de referencia como Tim Atkin, que animó a Centelles «a tomar mucha agua» para mitigar los efectos del inmoderado testaje, Centelles apuntó que suele «acabar las catas «mareado». Es agotador. Por eso me hice el test».
No vale con escupir. Y Beber agua a troche y moche tampoco es garantía absoluta.
Ferran Centelles, divulgador y pionero en tantas cosas (además de un cielo de persona) ha tocado una tecla sensible en el oficio.
Todos los que nos dedicamos a este mundo conocemos a sumilleres, profesionales, hosteleros y personal del ramo que están «de Ramadán». O «secando». O que, directamente reconocen que «han dejado de beber». (Por no hablar de adicciones y consecuencias aún peores).
Uno que ha visto catar a muchos de los mejores del oficio, que les ha contemplado escupir vinos míticos, joyas y unicornios, sabe cuán sacrificado es mantenerse en primera línea... con la obligación de estar al tanto de todo lo nuevo (y recordarlo ante los clientes), atentos a lo que llega del otro lado del mundo o de la última marcianada del viñador de turno.
«En mi caso, yo casi ni podría coger el coche», finalizaba su reel Centelles, que al día siguiente cató otras 90 vinos en Rioja
Verles catar, observar a los sumilleres en acción, es un espectáculo inolvidable. Reconocen uvas, productores, añadas, identifican aromas escondidos y viñedos específicos, explican procesos de vinificación, temporadas cálidas y frías... convertidos esos hombres y mujeres en bibliotecas ambulantes. Sabios de etiqueta transformados en amorcillos de fuente escupiendo el vino como surtidores.
La cara be es esta otra. El agotamiento de la curiosidad, la saciedad de la pituitaria y de los receptores de sabor, el castigo al hígado, al estómago (¡y a los dientes, sobre todo si te enfrentas a 100 copas de tinto!) y, en ocasiones, el desistimiento.
Yo los admiro, la verdad.
Como admiro a los comerciales, representantes de bodegas y propietarios de distribuidoras que se toman su vinito (al final son un montón) y platican en los bares que son sus clientes todos los días laborables.
Como reverencio el trabajo, la paciencia, convicción y modales de esos bodegueros y enólogos (de ambos sexos, también) que dirigen, un día sí y otro también, catas y demostraciones en calaos, bodegas de diseño, restaurantes, cofradías o museos. O que vuelan y malduermen por el mundo con sus botellas, para vender marca y país en Singapur, México, Macao o Nueva Gales del Sur.
Siempre en el filo (todos), con la espada de Damocles sobre la cabeza. Son de los necesitan usar el coche para su actividad sí o sí.
Vale. Que pueden desarrollar cierta tolerancia. Pero deben mantener una disciplina espartana que para sí quisieran los guerreros de 300.
«En mi caso, yo casi ni podría coger el coche», finalizaba su reel Centelles, que al día siguiente cató otras 90 vinos en Rioja.
El autor de '¿Qué vino con este pato?' terminó su toma de conciencia con un mensaje: «Aprendizaje. O mejoro la técnica de escupir... o tenemos un problema».