De porteador en el Himalaya con Álex Txikon a cocinero en el centro de Bilbao

Ishaq Akhond nació hace 40 años en el valle paquistaní del Karakórum y pertenece a la etnia baltí. Trabajaba como porteador de altura y cocinero para las expediciones de himalayistas preparando en estufas de queroseno guisos con trozos de yak congelado, pizzas y sopas. En el invierno del año 2011-2012 se jugó el pellejo por Alex Txikon. De los seis expedicionarios que salieron a hacer cumbre en el Gasherbrum I sólo tres volvieron con vida.

Ishaq estuvo con Txikon, aquejado de congelaciones, durante diez días terribles a la espera de un incierto regreso de los compañeros perdidos. Durmieron juntos para darse algo de calor frente a los 30º bajo cero de la montaña. Les rescató un helicóptero y Álex pasó a ser como su hermano. Hace doce años que Ishaq está en Bizkaia: habla euskera, se sacó el carnet de conducir, aprobó la ESO, hizo teatro y llevó el bar del batzoki de Igorre donde vive con su familia. Desde hace unos meses está al frente del Garibolo, el emblemático vegetariano de Fernández del Campo que sigue decorado con los cuadros de Rafa Carretero, el antiguo y locuaz propietario.

Ishaq Akhond mantiene algunos de los clásicos de la casa: las ensaladas con salsa rosa, la berenjena asada y rellena, los canelones de espinacas, las albóndigas de verduras y soja bio, los potajes y la paella vegetal así como la tarta de zanahoria, el pastel Garibolo con almendra, coco y avena o el mítico kéfir, platos que, en algunos casos, adereza con su gusto por las especias y condimentos orientales; léase cilantro, comino, cardamomo o anís estrellado.

A eso le suma preparaciones tuneadas de su tierra como la pakora de verduras (fritura con harina de garbanzos) o el zalauk, «una especie de pisto marroquí ligeramente especiado», me explica.

En el comedor contiguo come un paisano de Ishaq, otro porteador de altura paquistaní, Murtaza Sadpara, quien estuvo a punto de morir en el K2, abandonado a más de 8.000 metros de altura por la expedición que le contrató. En aquellas horas de agonía pasaron a su lado casi un centenar de clientes y sherpas camino de la cima que desviaron la mirada, sin ofrecerle socorro. Murtaza, recién operado en la Clínica Ruber vive en casa de Isahq, que se lo trae a Bilbao para que este tiarrón de 24 años, duro como una roca, y que cruza los brazos para esconder bajo sus sobacos los dedos amputados recubiertos de esparadrapos, recupere las ganas de vivir.

Cuentan su caso por los clubes de montaña de Euskadi, recogen donaciones para que Murtaza, que no podrá ya ser sherpa, y sus hijos tengan un futuro. Esa solidaridad infinita del bueno de Isahq (quien salva a un hombre salva a la Humanidad) es el mejor condimento del menú de su vida.

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