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Maikar Pérez de Cárcamo e Izaskun Petralanda, en su obrador. Sandra Espinosa

Amurrioko Goxoak: «Los productores tendrán que cerrar si no hay ferias»

La tradición de la mejor repostería popular queda asegurada en las manos de estas dos mujeres que añoran el trato con la clientela en los mercados

Jueves, 21 de enero 2021, 21:43

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En una casa apartada del apartado barrio de Lezama, en Amurrio, algo se cuece. Es el lugar de trabajo de Amurrioko Goxoak, la marca bajo la que las cuñadas Izaskun Petralanda y Maikar Pérez de Cárcamo elaboran pan y productos típicos de la repostería tradicional. Y es la afortunada prolongación de una cadena iniciada con Maite Ereño, la madre de Izaskun, que dedicó más de tres décadas a endulzar la vida de miles de personas. Cuando llegó el momento de poner fin a la tarea, Izaskun y Maikar se aliaron para que el trabajo no se perdiera. Petralanda había acompañado mucho a su madre en la elaboración de postres, mientras que Pérez de Cárcamo procede de un mundo laboral completamente distinto y de aromas más asépticos, menos sabrosos, pues estaba empleada en una farmacia.

La sociedad Amurrioko Goxoak lleva en activo cinco años y se adentró en un sector de máxima competencia: basta con acudir a una feria (o mejor, recordar cómo eran) para comprobar la rivalidad entre los productores de pastel vasco y cómo lucen en sus puestos los carteles que anuncian que fueron campeones en tal o cual año. Pero esa es otra historia.

Hoy, Maikar e Izaskun sin duda regalarían un campeonato para que volvieran aquellos buenos viejos tiempos, cuando asistían a unas 80 ferias cada año. «A causa de la pandemia habremos estado en diez, más o menos», asegura Pérez de Cárcamo. Ambas observan con asombro (uno diría que es un asunto escandaloso) cómo las multitudes se agolpan en los comercios situados en locales cerrados mientras que los mercados al aire libre han sido definitivamente clausurados, salvo excepciones.

Golpe al sector primario

«Como no se reanuden las ferias los productores vamos a tener que cerrar, porque era el principal medio para vender nuestro género. A las instituciones no les importa nada el sector primario, cuando se ha demostrado que, incluso con las dificultades, con las medidas de seguridad, se pueden colocar puestos», asegura Izaskun. Obviamente, la experiencia no es la misma cuando el acceso está estrictamente reglamentado, pues se pierde el hábito de pasar, probar y volver a pasar, y dudar antes de decidirse a comprar. Pero es que ellos viven de esto.

Y mientras esperan a eso que llamábamos normalidad, buscan opciones para comercializar sus dulces a través de las tiendas tradicionales, con el fin de no cortar el suministro a su buena clientela. «Nos gusta relacionarnos con la clientela, es un ambiente agradable porque las ferias siempre han tenido algo de fiesta, con gente que viene a verte para comprar una y otra vez o que te llama para que le reserves tal o cual dulce», añade Petralanda. «Es que nos gusta lo que hacemos –añade Izaskun–. Para mí, el cambio de la farmacia a la repostería ha sido un cambio para bien: somos nuestras propias jefas y nos permite conciliar la familia y el trabajo».

Buenos ingredientes

Y para la tarea, además de los conocimientos teóricos de Maite Ereño, las dos cuñadas se quedaron con la maquinaria que les pasó ella. «Nos dejó hasta la caja de los cambios», bromean. Pero además del horno, la amasadora y una mesa grande («lo más importante»), Maite Ereño les legó el convencimiento de que no hay nada como una buena materia prima para un buen alimento, desde la leche que adquieren a la granja de unos familiares hasta las buenas harinas.

En el camino han elaborado nuevos productos, como las tartas de queso y frambuesas o la de Idiazabal, pero la base sigue siendo la misma sabrosa dulzura. Y que dure.

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