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Factura de Hijo de L. Nalda (1954, Fundación Sancho el Sabio), etiqueta y folleto de 1965 (Cofradía del Cocido Vitoriano).
Gastrohistorias

Platos de Cuaresma de un famoso ultramarinos vitoriano en los 60

En 1965 el establecimiento Hijo de L. Nalda distribuyó entre sus clientes un folleto con recetas perfectas para guardar vigilia

Jueves, 22 de febrero 2024, 16:44

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Ya está aquí la Cuaresma. El pasado miércoles comenzó el período durante el cual los católicos se preparan espiritualmente para la fiesta de Pascua, cuarenta días (de ahí viene el nombre, derivado de «cuadragésima») que en realidad y gracias a una reforma ordenada en 1970 por el papa Pablo VI son treinta y ocho. Ése es el número de jornadas que separan el Miércoles de Ceniza del Jueves Santo, sin contar los domingos de entre medio y teniendo en cuenta que el día en que cae Jueves Santo depende a su vez de cuándo sea el Domingo de Pascua, que no tiene fecha fija sino que se celebra el primer domingo después de la luna llena que sigue al 21 de marzo.

Es un poco lío, sí, pero lo que resulta fácil de entender es que hasta hace no tanto la Cuaresma regía sobre la vida de los vascos y sobre su alimentación. Hasta 1966 no desapareció la «bula de carne» o indulto cuadragesimal, una dispensa que permitía reducir al mínimo las jornadas de abstinencia marcadas por la Iglesia Católica (es decir, los días en que no se podía comer carnes ni grasas animales) y que se conseguía a cambio de cierto dinero en las parroquias. Aunque en los años 60 la sociedad no era ya tan rígida como antaño había sido en cuanto a la observancia de estos preceptos alimentarios, la privación de carne durante la Cuaresma —completa o como mínimo los viernes— era algo absolutamente habitual y se respetaba a rajatabla no sólo en muchos hogares, sino también en bares y restaurantes.

Marketing directo

Tanto era así que en marzo de 1965 la vitoriana cadena de tiendas de alimentación 'Hijo de L. Nalda' distribuyó entre sus clientes unas cuartillas con recetas de vigilia, ideadas para solucionar la papeleta a las amas de casa y de paso recomendar varios productos que la empresa distribuía. Aunque en algunos sitios he leído que el ultramarinos de Nalda se fundó en 1857, el hombre que le dio nombre nació en el año 1881 y en Durango en vez de en Gasteiz. De padres alaveses, Lucio Nalda Pérez se trasladó a Vitoria a principios del siglo XX y tomó las riendas de un comercio de ultramarinos y coloniales situado en el 9 de la calle Fueros (ahora número 33). «Venta al por mayor de aceite, azúcar, patata y todo tipo de legumbres», rezaba su publicidad. Le debió de ir muy bien porque en 1923 ya era tan reputado como para ser elegido concejal por sus convecinos, a quienes además de garbanzos y chocolate surtía con licores destilados por él mismo y aceite de oliva refinado, traído desde Sevilla y filtrado también en sus almacenes.

Tras la Guerra Civil le sucedió al frente del negocio su hijo Roberto Nalda y Díaz de Tuesta, quien creó una sociedad anónima con diversas sucursales. En 1965, el año de la cuartilla cuaresmal, 'Hijo de Nalda S.A.' tenía tiendas en las calles Barrancal, Nieves Cano, Pintorería, Aldave y Fueros, un pequeño emporio basado en los productos de alimentación que dependía del trato directo con la clientela y de una atención impecable. Parece ser que cada mes repartían este tipo de octavillas recetiles, pero la introducción del planfleto cuaresmal (publicado originalmente por Apicius en el blog de la Cofradía del Cocido Vitoriano) es verdaderamente impagable: «Buenos días, señora. Para cuando mi saludo mensual llegue a su poder la Cuaresma habrá comenzado ya. El sacrificio que la Iglesia exige a sus hijos durante la misma, prácticamente no lo es. Tener que guardar vigilia, exclusivamente los viernes, es casi un placer habida cuenta de los exquisitos platos que dentro de lo preceptivo se pueden preparar. El ayuno, limitado al Miércoles de Ceniza y Viernes Santo, no solamente es una obligación que nuestro Credo nos impone, sino, en general, una necesidad de eliminar algo de la grasa que casi todos acumulamos en nuestro organismo durante el invierno».

Las recetas

Aprovechaba aquí Nalda para colar el anuncio de un aceite de romero que vendía y que, según él, era la manera perfecta de conservar la línea a base de fricciones. En las recetas también había menciones a verduras en conserva marca Bajel, aceite Sotoliva o a cafés La Estrella, destellos publicitarios que junto a su eslogan («calidad, calidad y calidad») completaban esta verdadera acción de marketing directo.

¿Y las recetas? Eran de menestra de verduras, bacalao a la navarra y arroz con leche, platos que a priori suenan fetén pero que en la versión de Nalda eran bastante tristonas, con mucho hervido por aquí y poco sabor por allá. ¿Pensaría don Roberto que el placer gastronómico estaba reñido con el credo? Para muestra, un botón de menestra:

«Por separado cocer las verduras (alcachofas, espárragos, guisantes, habas, zanahorias, etc.). Freír patatas partidas en cuadritos. Estofar en aceite y vino blanco una cebolla partida en ruedas delgaditas. Minutos antes de sacarlo a la mesa se une todo y se guisa para servirlo bien caliente».

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