El roscón, último capricho de las Navidades: la clave para escoger 'el bueno' y no una bomba calórica
Si todavía le quedan ganas de dulce, disfrute del postre típico del día de Reyes; elija uno bueno, no cualquiera, que a partir del día 7 toca cuidarse
Es la hora de comerse un roscón. Una porción, se entiende. Es más que posible que a estas alturas de las fiestas navideñas, cuando está a punto de caer el banderín de llegada, justo ahora le parezca un pecado darle un tarisco al dulce típico del día de Reyes. Déjese de majaderías. El vaso de nuestro placer no se desbordará por una última ambrosía, que además, si la elige bien, ni siquiera le resultará tan dañina como imagina. Eso sí, hágase la firme promesa de que éste será el último caprichín en semanas. Hay que cuidarse, no por estética, sino por salud.
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No lo dude más. Definitivamente roscón, sí, pero de calidad. Como recuerda la médico nutricionista Carmen Pérez Rodrigo, de la junta directiva de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), no vamos a engañarnos. El dulce típico del día de Reyes tiene el mismo interés nutricional que los bizcochos de San Blas o las tostadas de Carnaval. Es decir, ninguno. Pero puestos a elegir, siempre resulta más interesante disfrutar de un bocado elaborado de manera artesanal, por una pastelería o panadería de su confianza.
O mejor aún, preparada en su casa, que tiene ventajas añadidas. No sólo conoce uno bien los productos que utiliza en la receta, sino que además, lo de 'repostear' en familia, aporta otras ventajas de incalculable valor. Potencia vínculos, contribuye a mantener las tradiciones, genera buenos recuerdos... Todo eso, lo crea o no, favorece que lo que se coma siente mejor, que es de lo que trata esto de la nutrición.
Huya del producto de supermercado
Si aún está a tiempo y ha logrado no caer en la tentación, huya de los roscones que se venden en el supermercado. Todos esos dulces que se ofertan desde hace dos meses o más en las tiendas de alimentación resultan, por regla general, más baratos, pero son lo peor. Se elaboran de manera industrial y tienen en consecuencia las pegas de todo lo ultraprocesado.
Elaborados con la peor materia prima y ahogados en conservantes y colorantes, favorecen el aumento de la grasa corporal y la aparición de complicaciones potencialmente mortales como la diabetes, cánceres y enfermedades cardiovasculares. Que no, que no le va a pasar nada por un bocado de roscón del súper. El problema es que estamos todo el año expuestos al riesgo de este tipo de productos y ahora, también.
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Según cuenta Pérez Rodrigo, la tradición del último dulce navideño tiene origen romano y se remonta al siglo III antes de Cristo. Era entonces un producto de panadería delicado, que se elaboraba con agua de azahar y se enriquecía con dátiles, higos y otros frutos desecados. Los ciudadanos con más posibles se lo regalaban a sus siervos y esclavos con motivo de las celebraciones del solsticio de invierno, que festejaban el alargamiento de las horas de luz.
Operación limpieza
Luego la cosa fue degenerando y se convirtió en la bomba calórica que es hoy, relleno de crema, nata trufa... Es algo muy sabroso y tiene un enorme valor simbólico y gastronómico. Posee, insiste la experta, el valor que genera sentirse bien porque se disfruta en la compañía deseada, que no es poco. Elija –en definitiva– uno bueno, deléitese con él y luego, a partir del día 7, comience a cuidarse un poquito.
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Como suele decir la endocrinóloga Nerea Gil, de la clínica del mismo nombre, da igual como hayan sido las navidades. Una vez que terminan, hay que comenzar a cuidarse y suprimir todo 'premio' de nuestra dieta. El desafío no es ponerse en línea, ni conseguir la talla del bañador deseada, sino limpiar el organismo.
Los excesos de veinte días o un mes, si incluimos comidas y cenas de empresa, no pueden superarse en siete días, según detalla la experta. No es cuestión de realizar un cambio radical, sino de comenzar a mantener una dieta sana, libre de todo tóxico. Bienvenidos a 2025. Les deseamos un año pleno de salud y buena mesa.
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