Del mijo al maíz
Historias de tripasais ·
En el siglo XVII un nuevo cultivo traído de Indias acabó ocupando el lugar del que hasta entonces había sido nuestro cereal más tradicionalOctubre de 1492. Hace cuatro días que, tras atravesar el Atlántico, Cristóbal Colón y su tripulación han avistado tierra en lo que ellos creen Asia y en realidad es el archipiélago de las Bahamas. Desde su llegada han tomado posesión en nombre de los Reyes Católicos de la primera isla en la que pusieron pie (Guanahaní o San Salvador), han establecido contacto con los amigables indígenas taínos y han echado un ojo rápido a otra ínsula bautizada como Santa María de la Concepción. El día 16 llegan a una tercera isla a la que dan el nombre de Fernandina y sobre la que el almirante escribe en su diario que es «muy verde y llana y fertilísima, y no pongo duda de que todo el año siembran panizo y cogen, y así todas otras cosas».
Aquella planta que los taínos cultivaban en Bahamas era maíz (Zea mays) y no panizo (Setaria italica), pero el marino genovés decidió llamarla igual que la planta más parecida que conocía. Aunque mucho más grande y productiva, aquella gramínea que los nativos denominaban 'mahis' compartía ciertos rasgos de familia con el panizo o mijo menor y también con el mijo común (Panicum miliaceum), dos cereales de grano fino que los europeos sabían identificar perfectamente por ser de consumo habitual en sus pueblos de origen.
Una variedad mejorada
A partir de entonces los conquistadores tomarían la costumbre de designar los alimentos que descubrían en las Indias según su similitud con otros productos del Viejo Mundo –de ahí la 'piña' tropical y el 'pimiento'–, pero con este nuevo cereal americano hubo cierta confusión: aunque en numerosos idiomas se acabaron imponiendo variantes del taíno 'mahis', al principio también se conoció como trigo de Indias o grano turco y en muchos casos usurpó directamente el nombre del cereal europeo al que más se parecía en aspecto y uso.
Eso es lo que ocurrió por ejemplo en gallego (millo), portugués (milho), piamontés (melia), asturiano (millu) o euskera (arto). Sus hablantes asimilaron el maíz como si fuera una nueva variedad mejorada del mijo (del latín millium), un cereal de semilla pequeña y bajo rendimiento capaz de crecer en tierras en las que el trigo no era viable.
Igual que el sorgo, el panizo o el alforfón, el mijo era poco apreciado. Comparado con el dorado trigo, la cebada o el centeno resultaba un cereal de ínfima categoría, incapaz de acabar convertido en pan esponjoso por su falta de gluten. Con mijo sólo se podían hacer panes densos, tan duros como la pata de un santo en cuanto se enfriaban. Tostado, molido y cocido después en leche o caldo tenía cierto pase y podía constituir la base alimenticia de una dieta pobre, un sustento digno únicamente de campesinos o de gentes sin acceso a otros cereales.
Sustitución
Salvo contadas excepciones, las húmedas tierras de la cornisa cantábrica no son idóneas para sembrar trigo, de modo que desde Galicia hasta Navarra lo que hubo hasta el siglo XVII fue mijo, mucho mijo, algo de centeno y muy poco trigo candeal, que habitualmente se traía de Castilla u otras regiones soleadas.
Los alimentos más habituales de los vascos y sus vecinos fueron poco a poco suplantados por productos mejores llegados del otro lado del charco: las castañas y los nabos acabaron sustituidos por las patatas, las habas por las alubias y el pobre mijo, el 'artoa' de toda la vida, por el triunfante maíz. Le quitó el nombre, la gloria y cualquier mérito que el mijo pudiera haber tenido hasta entonces, como el de ser el cereal panificable por excelencia y el material con el que se hacían antiguamente tanto talos como 'opilak' (tortas), gachas o 'borona'. Éste último era el nombre que recibía el pan hecho de mijo y en muchas ocasiones también al mismo cereal.
«Otra semilla hay que en las montañas hacia Vizcaya llaman borona, de la propiedad del panizo», dijo Alonso de Herrera en su 'Obra de agricultura' de 1513. No mucho más tarde, en 1548, el cartógrafo, geógrafo e historiador sevillano Pedro de Medina (1493-1567) mencionaría en el 'Libro de grandezas y cosas memorables de España' que «las Asturias, señorío de Bizcaya y provincia de Guipuzcua» (sic) eran tierras montañosas de poco pan y vino, donde «comen pan de mijo que llaman borona e beven vino de mançanas que llaman sidra». Hace 400 años el maíz le robó al mijo ('artoa') su papel y hasta su denominación, pasando éste a ser simplemente mijo pequeño o 'arto txikia'. La próxima semana les contaré cómo pasó.