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Firma y expediente de reclamación de Margarita Yzaguirre (AHDFB.)
Historias de Tripasais

La hostelera que persiguió al Ayuntamiento de Portugalete y consiguió cobrar

Margarita Izaguirre mantuvo un pleito con Portugalete por el impago de una comida servida a la reina Isabel II

Miércoles, 12 de julio 2023, 19:24

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Imagínense ustedes que tuvieran un pequeño restaurante. Modesto pero rumboso, da la casualidad de que es el mejor de la localidad. Viene entonces un día el jerifalte de esa localidad y les pide de un día para otro que por favor dejen todo lo que tengan entre manos para dedicarse a preparar y servir una comida importantísima a unos visitantes 'vip'. Eso implica para ustedes prisas, agobios y tener que cerrar su negocio al público durante una jornada entera, pero al final acceden porque son ustedes formales, lo pide el alcalde y además, luego podrán presumir de haber dado de comer a las personas más importantes y exquisitas del país.

Con las urgencias del momento (o por vayan a saber qué razón) al regidor se le olvida pedir presupuesto, estipular gastos máximos y, en general, mencionar cualquier cosa relacionada con el vil parné. Cualquier persona con dos dedos de frente sabría que, por mucho que la ocasión sea excepcional, ni la comida ni el trabajo salen gratis y que los asuntos pecuniarios hay que tratarlos antes, no después de que se preste el servicio. Pero el mencionado alcalde no tiene tiempo para semejantes detalles. Lo malo es que tampoco lo tiene más tarde, una vez pasados el aprieto y el banquete, para pagar la cuenta. Se hace el longuis. Que si la factura es mucho más alta de lo que él se imaginaba, que si no corresponde a lo que se pidió... Llega la madre de las excusas institucionales: «el ayuntamiento no es responsable de ese gasto que usted nos reclama porque únicamente hizo de intermediario para otra entidad». De mientras, a usted le han dejado un roto considerable en forma de materias primas, horas de trabajo, salarios y las pérdidas que conllevó cerrar al restaurante.

Resumidamente esto es lo que le pasó en 1865 a doña Margarita de Yzaguirre Guinea, dueña de la llamada «Fonda de Verano» de Portugalete y responsable del almuerzo que el 31 de agosto de aquel año se ofreció en la villa jarrillera a la reina Isabel II. Cualquier otra persona se habría amilanado ante este abuso, temerosa quizá de las consecuencias de enfrentarse a las autoridades o de perder futuros clientes. Afortunadamente Margarita se puso al mundo por montera, reclamó lo que era suyo y sentó precedente de hostelera valiente al conseguir que 16 meses después –más vale tarde que nunca– se le abonara gran parte de lo adeudado.

Señora o no señora

No tengo pruebas pero tampoco dudas de que a partir de entonces la señora Yzaguirre se convirtió en persona non grata para el ayuntamiento portugalujo: en el expediente legal que guarda el Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia (signatura AR00045/014, por si ustedes lo quieren curiosear) se pueden leer cosas bastante gruesas que el alcalde de turno, Máximo Castet, escribió sobre nuestra protagonista. Según él las pretensiones de la demandante eran ofensivas y absurdas y le resultaba difícil guardar «la circunspección y moderación que se debe uno a sí mismo» al leer sus groseras acusaciones. «Sola la consideración de que es una mujer quien así se produce lleva al ánimo la suficiente calma», dijo, añadiendo luego que los términos de la reclamación eran «propios de una mujer, pero no de una señora».

Muy probablemente Margarita no era una «señora» a ojos de Castet. Nacida en Orduña en 1824, tenía 42 años en la época del pleito y era viuda de un calderero venido a más, situación que le había permitido dar una buena educación a su hijo (Tomás Orruma Yzaguirre llegó a ser médico) y convertirse ella misma en empresaria. En 1861, siendo vecina de Bilbao, ya regentaba la fonda de Portugalete por la que se montó todo este follón. De origen humilde y trabajador, no tuvo reparos a la hora de protestar por el «simpa» ni a la de tocar las puertas que hiciera falta para cobrar los 4.820 reales que ella estimaba se le debían. Hubo un acto de conciliación fallido en el que el alcalde Castet argumentó: a) que el encargo no se lo hizo directamente a Yzaguirre sino a la cocinera de la fonda, Concepción Roche; b) que el citado almuerzo no había sido iniciativa suya sino del gobernador y c) que al haber obrado él en nombre de la Comisión de Festejos de Bilbao era ésta la que tenía que apoquinar.

No estaban de acuerdo ni en el menú que se había servido a la reina y su comitiva. La minuta defendida por Margarita era mucho más larga que la que aceptaba el alcalde, quien llegó a decir que la comida no había estado a la altura de lo esperado y que no había habido ni pan ni vajilla decente. El portugalujo se lavó las manos y pasó la pelota a la bilbaína comisión de festejos, que pasado un año desde la visita real ya había sido disuelta y a su vez transmitió el marrón al consistorio bilbaíno, y éste a la Diputación. Fue esta última institución quien al final dio su brazo a torcer y acabó pagando 4.000 reales a la fondista por gastos, daños y perjuicios. Algo es algo.

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