Los grillos llegan al gimnasio

Palabra de la FAO, negocio en marcha. La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación dio hace unos años su bendición a la producción y comercialización de insectos. Atesoran, según se dice, la fuente de proteínas que ahora mismo está necesitando nuestro planeta, tan escaso de recursos naturales que pronto habrá que llamarlo Arena más que Tierra. Al calor del negocio del bicho, en los últimos años han comenzado a desarrollarse en Europa granjas de grillos, escarabajos y gusanos, al tiempo que las cartas de los restaurantes más sibaritas se han llenado de platos con escorpiones, saltamontes y otras cascarillas terrestres. Lo último en el mercado son batidos de proteína. Los hay con sabor a fresa y chocolate blanco, vainilla con coco y canela... Prepárense, porque pronto llegan las hamburguesas. Sí, sí...

La toma de alimentos ricos en proteínas, como los insectos, resulta de especial interés para los deportistas. Cualquier dieta que quiera llevar el calificativo de sana debe incluirlas sí o sí, porque las proteínas tienen como primera misión la de transportar las sustancias grasas por la sangre para reforzar el sistema inmunitario. Pero la gente que practica ejercicio del potente, de los que se machacan en el gimnasio de verdad, las necesitan tanto como respirar.

Nutricionistas como el médico Javier Aranceta, presidente del comité científico de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria y colaborador de esta sección, aseguran que las proteínas de grillo resultan para la salud humana tan interesantes como las de vaca. Tienen frente a éstas, la ventaja añadida de que cuestan cien veces menos y su repercusión sobre el ecosistema es mil veces menor. De ahí el despegue del sector.

La primera gama de batidos dulces a base de insectos lleva el sello de la empresa Becrit, impulsada por Daniel Morató y Sergi Playà, que el pasado mes de febrero fue elegido este último como uno de los jóvenes emprendedores menores de 30 años que pasaron a engrosar la lista de los 'Cien talentos de la gastronomía 2020', que elabora el Basque Culinary Center. Según dice la marca –y hay que creerles–, el 75% del producto que se compra es pura proteína, en total 22,5 gramos de los 30 de cada botellín.

¿Cómo los hacen? Muy fácil, al menos por cómo lo cuentan ellos. Tuestan los insectos, en su caso una especie de gusanos llamados 'buffalo worm' (gusano búfalo), los muelen para conseguir la harina y a ésta le añaden un puñado de ingredientes que, según explican, proporcionan sabor y «un aporte extra de antioxidantes y vitaminas que los convierten en un alimento completo».

Los propietarios de la firma aseguran que los beneficios de introducir proteína de insectos en la dieta mediterránea «se miden en cifras. Para obtener un kilo de grillo –explican– se necesita una cantidad 2.000 veces menor de agua, 10 veces menos de alimento y un espacio trece veces menor que para producir un kilo de ternera». La ganadería, añaden, representa el 15% de la emisión de gases causantes del efecto invernadero, «es decir 3.000 veces más que para obtener la proteína del insecto».

Los ganaderos replican, también con sus razones. La ganadería es el único sector que para luchar contra el cambio climático recupera los residuos de la granja convirtiéndolos en fertilizantes naturales, de manera sostenible. La alimentación humana, que necesita de todo, de animales y plantas, porque somos omnívoros, requiere de la ingesta no sólo de frutas, verduras y pescado, sino también de carne, huevos y leche. Productos todos ellos de origen animal.

¿Cómo será el futuro que se nos viene encima? Los productores de cosas con insectos dicen que están al caer las hamburguesas. Muy pronto. ¿Se lo imaginan? «¡Una doble de cucaracha!» «¡Marchaando!» ¡Quién sabe si pitando! A lo mejor, no...