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Fotografías de la primera cantina escolar (Revista Novedades, 5 de febrero 1911. Donostia Kultura).

Las Escuelas de Concha en Bilbao, el comedor escolar pionero en España

Historias de tripasais ·

La directora de las Escuelas de Concha (Bilbao) puso en marcha un proyecto pionero: dar de comer a sus estudiantes en el mismo colegio

Miércoles, 15 de septiembre 2021, 00:33

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La vuelta al cole implica, además del desembolso en material escolar, otras preocupaciones típicas de comienzos de septiembre como forrar los libros sin dejar arrugas, marcar el nombre de los niños en sus abrigos, consultar el horario o la ruta del autobús y volver a pegar en la puerta de la nevera el menú mensual del comedor. En Euskadi comen diariamente en el colegio seis de cada diez alumnos y 94.000 de ellos lo hacen –según cifras oficiales de 2020– en comedores de centros públicos en los que cada vez se presta más atención a la alimentación. Se ha aumentado la cantidad de fruta, verdura, legumbres y cereales integrales que deben incluir los menús semanales, se han eliminado ciertos derivados cárnicos y también se quiere reducir la sal presente en los platos.

Los criterios de contratación del Gobierno Vasco ahora valoran que las empresas que alimentan a nuestros niños usen ingredientes de producción local, ecológica y sostenible, ofreciendo siempre cuatro menús (general, ovolactovegetariano, ovolactovegetariano con pescado y otro libre de cerdo) y atendiendo obligatoriamente necesidades dietéticas especiales como alergias e intolerancias. El panorama parece muy distinto del que yo conocí siendo tierna alumna de EGB, cuando el tomate de los macarrones era naranja fosforito y el postre consistía impepinablemente en quesito con galletas. Entonces a los niños nos hacían beber leche en clase todos los días y cada semana nos daban un lingotazo de flúor, cosas que parecen muy de posguerra pero que ocurrían aquí a principios de los años 90.

Un aliciente para la escolarización

¿Se acuerdan ustedes de que el verano pasado hablamos de las colonias de verano y de su régimen de engorde playero? Las colonias escolares se comenzaron a organizar a finales del siglo XIX como solución provisional a dos graves problemas de salud pública: la desnutrición infantil y el raquitismo, enfermedad provocada por falta de exposición a la luz solar y también por una dieta baja en calcio y fósforo. La mayoría de los niños que en aquella época residían en núcleos urbanos eran víctimas de la pobreza, el hacinamiento y la insalubridad. El movimiento higienista puso por entonces el foco en las condiciones de vida como principal causa de las enfermedades, al igual que en la importancia que el acceso a la limpieza, al aire limpio, al ejercicio y a una buena nutrición tenían durante el crecimiento.

Poco a poco llegaron a España iniciativas (primero desde la filantropía y luego desde las administraciones) destinadas a mejorar la alimentación infantil y a asegurar una ingesta básica a los más pequeños, aunque fuera sólo una vez al día. Eso se consiguió a través de los comedores escolares o, tal y como se llamaban entonces, cantinas. Dar de comer a los niños en el colegio permitía cubrir sus necesidades nutricionales mínimas, era una oportunidad para instruirles en cuestiones no académicas (buenos modales, manejo de cubiertos, responsabilidad) y de paso servía para atraer alumnos. Familias que hasta entonces no habían permitido que sus hijos estudiaran quizás se lo pensarían mejor sabiendo que en la escuela tenían asegurada una comida gratis.

Pedagoga y cocinera

Todas estas razones fueron las que esgrimió Adelina Méndez de la Torre (Castropol 1871-Bilbao 1960), directora de la Escuelas de Concha, para justificar ante el ayuntamiento bilbaíno la urgente necesidad de montar una cantina escolar en su centro. A esta pedagoga asturiana, conferenciante, escritora y defensora de la educación pública es a quien debemos el primer comedor escolar del País Vasco, abierto en la escuela elemental de niñas del distrito 7 de Bilbao –la de general Concha– el 1 de febrero de 1911. Pionera a nivel nacional, aquella pequeña cantina abierta con ayuda municipal y donativos privados comenzó dando de comer diariamente a catorce niñas, las más necesitadas entre las alumnas de doña Adelina.

De la elaboración del primer plato se encargaba la misma directora o alguna profesora, mientras que el segundo plato lo cocinaba la portera del colegio, Guadalupe Atutxa. Las niñas ayudaban poniendo la mesa por turnos y sirviendo la comida. El funcionamiento de la cantina fue tan ejemplar que sirvió de referente para la posterior apertura de otros muchos comedores y para que hoy en día ustedes sólo se preocupen de no repetir menú a la hora de la cena. Bendita sea doña Adelina.

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