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Almejas, el marisco más erótico: a la marinera o al ajillo tienen mucho sabor y proteínas

Es uno de los moluscos más socorridos a la hora de pedir productos de la mar y no atentar contra la tarjeta de crédito

Jesús Lens

Jueves, 6 de marzo 2025, 18:25

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Las almejas, como los mejillones o las navajas, son una exquisitez, pero no tienen el glamur de las ostras o los percebes, por ejemplo. Ni el del marisco fresco. Pero tampoco son tan carísimas, por supuesto. Un plato de almejas se convierte, pues, en un lujo asequible que nos permite disfrutar de los productos de la mar (y de lamer) sin el riesgo de desestabilizar nuestra economía doméstica. Y como son tan entretenidas de comer, le aportan un punto de desenfado y naturalidad a cualquier comida o cena que se precien. Ojo con los lamparones, eso sí, en caso de lanzarse con bribonería sobre ellas.

Un dato curioso: las almejas pueden vivir decenas de años. De hecho, en Islandia se encontró una que, se calcula, podía habitar en los mares desde hacía 400 años nada menos. Sería el animal con una vida más larga jamás datada.

Además de estar ricas y sabrosas, las almejas son un bocado sano y repleto de propiedades. Para empezar, las proteínas. Las de alto valor biológico. Y, encima, no suman hidratos de carbono ni apenas grasas (1,61 gramos por cada 100 de producto). Como molusco que son y por cuanto a los minerales, aportan grandes cantidades de yodo y de hierro, pero ojo al colesterol, que con una fuente de almejas ya vamos bien servidos. ¿Y calorías? Cerca de 50 por cada 100 gramos. Así las cosas, las almejas combaten la anemia y son aliadas del tiroides y gracias al potasio que también suman, ayudan al sistema nervioso.

Connotación erótica

Su hábitat en los fondos marinos hace que acumule arena, por lo que es habitual 'lavarlas' en agua con sal gruesa para que la suelten y se queden bien limpitas antes de cocinarlas. Y, como manda la tradición, las almejas que no se abren tras la cocción no hay que forzarlas, por picajoso y cabezón que sea uno: corremos el riesgo de que estén en mal estado.

En la película 'Espartaco', uno de los personajes masculinos provocaba a otro hablándole de la moralidad o inmoralidad de comer ostras o caracoles. La carga homoerótica de aquella secuencia no pasó la censura y fue cortada por su elogio de la bisexualidad. Lo curioso es que el boca-oreja cambió las ostras del original por almejas, una asimilación de carácter sexual mucho más explícita en nuestra habla cotidiana. ¡Incluso se planteó cambiar el diálogo y hablar de alcachofas y trufas, para evitar la censura…!

A la marinera, al ajillo...

Unas almejas a la marinera pueden parecer hasta redundantes, pero qué buenas están con su sofrito de tomate y cebolla, su guindilla, ajo, pimentón y vino de Jerez. A partir de esa receta básica y estándar, la imaginación y el gusto mandan. La fabada con almejas se ha convertido en una clásica que sustituye al compango y este molusco combina muy bien con espárragos y con setas. Y luego, como guarnición, le van de lujo a recetas con rape y también a los arroces y pastas, por supuesto. Cocinas foráneas como la irlandesa las usan para sopas.

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