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La desescalada del picoteo

Llega el momento de acabar con todos los malos hábitos adquiridos durante la cuarentena; ésta es la guía definitiva para superar el ansia por comer desarrollada durante el confinamiento

Viernes, 15 de mayo 2020, 00:02

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Durante estos dos meses de confinamiento ha ocurrido un fenómeno curioso. La mayoría de la gente ha ganado algo de peso, se estima que unos tres o cuatro kilos, como si hubieran pasado otra vez las navidades. Otros, en cambio, ¡oh, sorpresa!, vuelven a la calle más delgados de lo que entraron en la cuarentena. ¡Qué diablos han hecho todos esos! Muy fácil. Durante estas semanas, se han sumado a los cientos o miles de entrenadores personales que han crecido como champiñones en 'yutub' y se han gastado los ahorrillos en cintas de correr y bicicletas estáticas. Han hecho el ejercicio que no habían hecho en su vida.

Unos pocos –pocos la verdad– han logrado mantenerse en su peso, pero no son estos los que nos interesan, sino los otros dos grupos que, muy probablemente, tienen en común muchos más aspectos de los que se imaginan. Son la cara de una misma moneda diferenciada por el ejercicio que unos nunca han hecho y los otros nunca hicieron. Reconozcámoslo: la inmensa mayoría ha cocinado pasteles y tartas como para medio pueblo y se ha lanzado a elaborar las recetas que jamás imaginó.

¡Alta restauración en la cocina de mi propia casa! Y claro, entre harinas y huevos, picoteo que te crió. Pero se acabó. Hay que poner fin a todo ese despiporre alimentario, aunque nos cueste, que es verdad: cuesta. Llega el momento de organizar la desescalada del piscolabis. Es la hora no de la 'operación bikini', que es una sinsorgada, sino de comenzar a cuidarse bien.

Todo se ha venido abajo

La consulta del psiquiatra Jon Ander Bilbao, de la red IMQ, ha asistido «desde la primera semana» del encierro a varios fenómenos, que influyen, o han influido, en nuestra forma de alimentarnos. A saber:

1. El desaforado interés de la población por comer cosas que no se toman a diario, como bizcochos y pasteles.Según cuenta el experto, cuando se producen fenómenos que generan ansiedad o miedo al futuro, como una pandemia, está demostrado que comer calma la agitación. El golpe de glucosa en la sangre que proporciona un bocado serena el ansia y ayuda a que uno se sienta mejor. El peligro es que se puede convertir en un hábito.

2. La vida habitual se ha desestructurado. El trabajo, se quiera o no, estabiliza y proporciona cierto orden a la rutina diaria. Pero de repente, esa organización se ha caído por efecto de un microbio y todo se ha vuelto patas arriba, incluida la dieta.

3. Falta de ejercicio físico. Para la mayoría (salvo los amigos de las nuevas Eva Nasarre), la actividad física ha bajado de manera brutal. Más kilos para el cuerpo.

4. El ambiente general tampoco ha favorecido. Información diaria y continua sobre muertes, nuevos infectados, el personal sanitario desbordado, conflictos laborales e incertidumbre en general han ayudado a comerse todo lo que se ponía por delante. «El teletrabajo, además, ha obligado a trabajar a la gente en muy malas condiciones y eso, unido a todo lo demás, ha generado mucha angustia». Uno de los peores enemigos de las personas, cuenta Bilbao, es el miedo al futuro, porque se trata de un enemigo invisible.

Es el momento de volver a poner los pies en el suelo. De dejar de soñar en ser Juan Mari Arzak y disfrutar de la comida que nos enseñaron nuestras madres, esas mujeres que nos educaron en sabores que para cada uno de nosotros son únicos porque nos evocan sentimientos y recuerdos de toda la vida. Hay que volver al desayuno potente (cereales, fruta y leche), una comida más suave y una cena ligera. Dieta mediterránea y, si se quiere almuerzo y merienda. Orden. Es así como se mata el gusanillo.

Un consejo más del especialista: La pandemia no ha terminado. Use mascarilla siempre en la calle y cumpla los horarios de salidas. Los mayores, que tanto han cuidado de nosotros, se merecen un respeto.

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