La añorada vaca de Beyena
Historias de tripasais ·
«Lo de las vacas» (behiena) fue el nombre elegido en los 50 por la cooperativa de productores vizcaínos de leche para vender sus productos, pionera en el uso del tetra pakAna Vega Pérez de Arlucea
Jueves, 2 de mayo 2019, 01:11
En el célebre libro 'De Bilbao de toda la vida' de Tomás Ondarra y Jon Uriarte (2011) además de para las angulas, el chocolate Chobil ... o las galletas Chiquilín había sitio para otro símbolo vizcaíno del antiguo y añorado comer: la leche Beyena. De la factoría lechera del alto de Castrejana salieron durante medio siglo infinitos litros de felicidad láctea. El niño que susurraba al oído de las vacas se convirtió en icono de desayunos, meriendas y modernidad: no en vano fue la imagen de una empresa puntera e innovadora en su sector.
Puede que ustedes no lo recuerden, pero hasta los años 50 tomarse un tazón de leche fue cuestión peliaguda. La ausencia de pasteurización y las malas o nulas condiciones de refrigeración (sin contar la posguerra y sus racionamientos) hacían difícil el consumo de leche fresca en muchas poblaciones, donde se vendía de casa en casa por lecheros particulares sin ningún tipo de supervisión higiénica. Esto cambió radicalmente gracias al Decreto de Centrales Lecheras y otras Industrias Lácteas, promulgado el 18 de abril de 1952: se prohibió vender leche cruda en poblaciones de más 25.000 habitantes, auspiciando así la creación de una red de centrales lecheras que aseguraran el suministro de leche debidamente tratada y pasteurizada en todo el país.
Dentro de este nuevo marco legal surgió en 1953 la Cooperativa de Productores de Leche de Vizcaya, que creó la primera central lechera de la provincia con el nombre de Beyena. Actuando como grupo, los ganaderos tenían acceso a mejores condiciones de crédito, distribución y venta, ya que la cooperativa facilitaba el acceso a ayudas económicas y también se encargaba de recoger la leche en distintos puntos, tratándola y embotellándola después en la planta del monte Kobeta, desde la cual se repartía a los puntos de venta.
A Beyena debemos la creación de la Caja Rural Provincial de Vizcaya, nacida en 1965 para gestionar el dinero generado por cooperativas agrícolas como ella misma o Uteco (Unión Territorial de Cooperativas del Campo). También maravillosos productos lácteos como los batidos Beycao o Beynilla, cuyas marcas comerciales se registraron a la vez que las de la nata, mantequilla o leche pasteurizada Beyena, en 1967. Para entonces ya estaba en su etiqueta el famoso niño que hablaba a las vacas, logotipo que se mantendría hasta 1992 cuando Beyena se unió a Gurelesa y Copeleche en Iparlat, e incluso hasta mucho después, siendo utilizado como marca secundaria de Kaiku.
Beyena fue pionera en la introducción del formato tetra pak, la primera creación de la multinacional sueca del mismo nombre que revolucionó el mercado alimentario gracias a su embalaje para líquidos. También utilizó, además de botellas de cristal, bolsas de plástico y distintos recipientes para yogur, mantequilla y batidos lácteos.
«Bajo la protección de Beyena sus hijos crecerán sanos y robustos», decía su publicidad. Cuando aún no todos los hogares tenían frigorífico, la marca recomendaba consumir la leche al momento o si no, hacer un apaño de fresquera consistente en «guardar la botella en sitio fresco cubierta de un paño limpio y sobre un plato de agua». De este modo se conservaba a temperatura más o menos fresca y retenía su valor nutritivo, que según Beyena equivalía a 360 gramos de carne de ternera, 800 de merluza, 2 kilos de legumbre o 6 huevos. Eran otros tiempos y las pirámides nutricionales seguían distintos parámetros, pero nunca olvidaremos que Beyena nos hizo, si no más fuertes y listos, sí más felices.
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