El mundo en vilo ante la cuenta atrás de Trump para resolver la guerra entre Israel e Irán
El impredecible presidente de EE UU marca las reglas del juego al dar dos semanas «como máximo» para que Teherán selle un pacto nuclear
Y de repente, cuando todo indicaba que ya se disponía a apretar el interruptor de la guerra y unirse a Israel en los bombardeos sobre ... las instalaciones nucleares de Irán, Donald Trump levantó la mano el pasado jueves y se dio, y dio al mundo, dos semanas de plazo para negociar un acuerdo y evitar un conflicto que puede cambiar el devenir del planeta. «Dos semanas como máximo», advirtió el presidente de EE UU. El futuro depende de alguien tan impredecible como él y de otros dos dirigentes capaces de todo: el primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, que se juega su supervivencia política en esta contienda, y el Líder Supremo iraní, Alí Jamenei, que sigue oculto en un búnker y que ha designado entre altos cargos religiosos a su sucesor por si es asesinado. El mundo contiene la respiración durante el tiempo marcado por el inquilino de la Casa Blanca con la esperanza de que no se desate una guerra total en Oriente Medio con consecuencias letales para la economía y la estabilidad globales.
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Es un cruce de caminos histórico. Dice el politólogo Gilles Kepel, especialista en temas islámicos, en el diario francés 'Le Figaro' que este conflicto puede tener la repercusión que tuvo la caída del comunismo y del Muro de Berlín en 1989. La OTAN pudo así olvidarse de la pelea con el Pacto de Varsovia y dedicarse a consolidar a EE UU como la gran potencia. En su libro 'El fin de la historia', Francis Fukuyama anuncia que la historia, como lucha de ideologías, ha terminado y que, tras la Guerra Fría, la democracia liberal se ha impuesto. Pero el destino no está escrito. Las masacres en Ucrania y Gaza, y ahora la guerra entre Irán e Israel, parecen anunciar el ocaso del multilateralismo. Los grandes organismos de control mundiales pierden fuerza, como le sucede a Occidente. Ni siguiera la democracia más sólida, la estadounidense, está a salvo de asaltos como el del Capitolio en 2021 (partidarios de Trump defendieron así que la derrota electoral se debió a un fraude en favor de Joe Biden). El mundo camina sobre arenas movedizas.
¿Y qué puede suceder hasta que se agoten los 14 días de Trump? En 'The New York Times' no descartan que esa demora se deba simplemente a la necesidad del presidente de disponer de más tiempo para preparar el gran ataque. Nunca ha sido fácil negociar con Irán. Para llegar en 2015 al primer acuerdo sobre energía nuclear con Teherán hicieron falta dos años. Y quince meses necesitó Joe Biden para recomponer al menos en parte el pacto después de que el republicano, durante su primer mandado, lo rompiera. ¿Qué puede hacer ahora el magnate en dos semanas?
Nunca ha sido fácil negociar con Irán. Para llegar en 2015 al primer acuerdo nuclear hicieron falta dos años. Y quince meses necesitó Joe Biden para recomponer al menos en parte el pacto después de que el republicano lo rompiera
Un tiempo tan breve da de sobra para una rendición iraní. Eso pretende Trump, fiel a su política de golpes en la mesa. Teherán dice que no se doblegará. Robert Malley fue uno de los representantes de EE UU en la negociación con los persas que acabó en acuerdo hace una década y luego colaboró con Biden. Con esa experiencia, se muestra pesimista sobre la posibilidad de llegar a un compromiso nuclear en solo unos días. «Para la república islámica equivale a tener que elegir entre suicidarse o arriesgarse a morir. La historia indica que se arriesgarán», pronostica.
El viernes, tras reunirse en Ginebra con representantes europeos, el ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi, lo expresó así: «No aceptaremos dejar de enriquecer uranio (la vía para obtener armas atómicas, aunque Teherán asegura que tiene fines civiles). Es un logro de nuestros científicos. Es una cuestión de orgullo nacional». Suena como el discurso de alguien dispuesto a inmolarse. Como el Líder Supremo, que ya ha elegido sucesor por si Israel atina con su paradero. Otra cosa es el pueblo persa, dividido entre el rechazo a la ofensiva hebrea y la oposición a su propio Gobierno, que recorta libertades y derechos, especialmente a las mujeres.
Nadie quiere ceder
Teherán, que ha perdido el control de su espacio aéreo a manos de la Inteligencia y el ejército de Israel, no cede. Tampoco Tel Aviv afloja y menos aún desde que Netanyahu necesita a la ultraderecha para seguir al mando y provocar un cambio de régimen en Irán. «Es difícil pedirle a alguien que va ganando que deje de atacar», declaró Trump, que tiene como preocupación añadida las dudas y críticas que su actitud beligerante están provocando en las filas del Partido Republicano.
Si en estos días concedidos por Trump no se abre una negociación que acabe con la posibilidad de que Irán tenga la bomba atómica a cambio de la rebaja en las sanciones al régimen de los ayatolás, todo indica que se producirá el enfrentamiento entre los dos ejércitos más poderosos de la región. Además del coste allí en vidas humanas, el efecto sería global. El precio del petróleo y el gas se dispararían. Europa, cuya economía está estancada, depende de la importaciones energéticas. ¿Y si Israel destruye pozos de hidrocarburos? ¿Y si Irán cierra el estrecho de Ormuz, por donde circula la tercera parte del crudo mundial? La respuesta, dice Trump, llegará el 3 de julio «como máximo».
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