Una fiesta entre las ruinas de Siria
Damasco se olvida por unas horas de la falta de unidad, los problemas económicos y la inestabilidad, y celebra de forma masiva su primer año libre de Al Assad
El cielo de Damasco volvió a retumbar, pero esta vez las balas y cohetes se convirtieron en petardos y fuegos artificiales. Siria conmemoró el primer ... aniversario de la caída del régimen de Bashar Al Assad y el epicentro de la movilización fue la plaza de los Omeyas de la capital. Desde primera hora del día miles de personas tomaron este lugar emblemático para festejar el que ya aparece registrado en el calendario nacional como Día de la Liberación. Por unas horas quedaron al margen la falta de unidad entre las comunidades, los graves problemas económicos y la inestabilidad que generan los ataques de Israel y su ocupación del sur del territorio. Siria revivió el final de cinco décadas de tiranía y la movilización fue masiva.
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Los sirios salieron de forma voluntaria para mostrar su felicidad y bailaron al ritmo de canciones convertidas en himnos como 'Lo pisoteamos', en alusión a Al Assad, y 'Levanta, levanta tu frente porque eres un sirio libre'. La procesión humana sin final blandió banderas tricolores nacionales y las enseñas blancas del grupo yihadista Hayat Tahrir Al Sham (HTS), responsable de la ofensiva relámpago que tumbó al régimen en menos de dos semanas. También se vio ondear las de Catar y Arabia Saudí y alguna del Real Madrid y del Barcelona. Damasco es una fiesta.
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«Soy profesora y, como funcionaria, durante años me obligaron a tomar parte en manifestaciones en favor al antiguo régimen. Era una mentira, un teatro que hacíamos porque teníamos miedo a las represalias. Esto es verdadero y vamos a celebrarlo hasta que caigamos rendidos, somos protagonistas de este cambio y estamos orgullosos», explica Hana Abdul Salam, maestra de Secundaria. Ella se presentó acompañada de su hijo Hamed, de 28 años, que viajó desde Alemania para vivir este momento. «Tuve que salir de Siria de forma ilegal en 2014 y llegué a Europa en una barca desde Túnez a Italia. Me fui, como miles de jóvenes, porque no quería ir al servicio militar. Hoy celebramos ante todo la libertad, que Al Assad se ha ido para siempre. Por eso ya he pensado en regresar, volveré a mi país».
El servicio militar era una de las grandes pesadillas bajo el régimen anterior, sobre todo a partir de 2011, cuando una vez que acudías a filas, estabas condenado a permanecer en el ejército debido a la guerra civil.
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Respeto al presidente
El hombre del momento es el presidente Ahmed Al Sharaa. A diferencia de lo que ocurría con Al Assad, los manifestantes no llevan sus fotos. La cara del dictador era omnipresente como un cromo repetido mil veces que la gente colgaba por miedo, no por respeto. Al líder islamista no le gusta ese culto a la personalidad, aunque muchos coches llevan su retrato en las lunas traseras. «Yo vengo a la plaza para mostrar todo mi respaldo a Al Sharaa, el Ché Guevara sirio, la persona que nos ha devuelto dignidad y nos permite soñar con un futuro. Hay muchas complicaciones, pero si nos mantenemos unidos en torno a esta persona saldremos adelante», explica el joven Mohamed Al Sheij Alim, que lleva dos banderas en sus manos.
«Del Norte al Sur y del Este al Oeste, reconstruiremos una Siria fuerte con una estructura digna de su presente y su pasado, una estructura digna de la civilización antigua que es»
Ahmed Al Sharaa
Presidente de Siria
El presidente realizó una visita sorpresa a la mezquita Omeya de la ciudad vieja para compartir la oración con los fieles y fue recibido como un héroe. Al Sharaa se quitó el traje y corbata que ha lucido en sus viajes por todo el mundo, entre ellos a la Casa Blanca, para ponerse el mismo uniforme verde que vistió hace un año cuando entró victorioso en Damasco y también acudió a rezar a este templo. Acabada la plegaria se dirigió a los presentes para prometer que «del Norte al Sur y del Este al Oeste, reconstruiremos una Siria fuerte con una estructura digna de su presente y su pasado, una estructura digna de la civilización antigua que es Siria». El mandatario pidió a la población que «unifique» sus esfuerzos para reforzar la estabilidad.
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Aquellos que no pudieron llegar a esta plaza debido a la sensación de agobio entre la multitud optaron por subirse al rebautizado puente de la Libertad, antes conocido como puente del Presidente. Los cambios de nombres que ha introducido el nuevo Gobierno se refieren a todo lo que estaba relacionado con los Assad y el reto pendiente es introducir nuevos billetes porque, un año después de su caída, los sirios pagan con billetes con la cara del derrocado Bashar.
«No tenemos palabras para definir este sentimiento, es algo nuevo que hemos ido aprendido en el último año. Es cierto que hay muchas cosas por arreglar, lo más urgente es mejorar nuestras condiciones de vida, pero yo valoro la libertad ante todo. Somos libres», expone Fátima Alarashi, una de las pocas mujeres que se veían sin velo. «Soy kurda y vengo acompañada de amigas alauíes, suníes y palestinas. Que nadie se equivoque, todos sufrimos bajo el antiguo régimen, también las minorías», asegura con una rosa en la mano, símbolo de Damasco.
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Las autoridades llamaron a la población a acudir a la plaza a las ocho de la tarde, pero desde las siete de la mañana resultaba complicado acercarse debido al gentío. En ese punto, nadie hizo caso a las autoridades. La fiesta se alargó hasta altas horas de la noche porque en Damasco no quieren dejar de celebrar que la dictadura forma parte del pasado.
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