Einav al reencontrarse con su hijo Matan.

«Ya está, amor mío, la guerra ha acabado»

Las familias de los rehenes protagonizan emocionados reencuentros en la base de Re'im: «La pesadilla ha terminado»

Carlos Benito

Lunes, 13 de octubre 2025, 13:35

Son emociones tan intensas que resulta difícil atraparlas en palabras e incluso en imágenes. A lo largo de la mañana han ido difundiéndose las fotos, ... con el fondo funcional y aséptico de las dependencias de la base israelí de Re'im: son rostros, la mayoría sonrientes, algunos con la emoción asomando a los ojos, y cuerpos que insisten en tocarse para confirmar la presencia física del otro, pero ni la mejor cámara es capaz de captar el sufrimiento que tanto pesa detrás de esas anheladas reuniones. Ahí está Omri Miran abrazado con su padre y hablando con sus dos hijas a través de una tableta -a una de ellas, Alma, de 2 años, la vio por última vez cuando era un bebé de seis meses-, o Guy Gilboa-Dalal con toda su familia alrededor, como para no dejarle escapar -incluido su hermano Gal, con quien asistió al festival Supernova aquel 7 de octubre de hace dos años-, o Alon Ohel con la cabeza de su madre apoyada en el hombro, y en realidad solo podemos hacernos una vaga idea de la erupción de sentimientos que todos llevan por dentro.

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Omri Miran abraza a su esposa.

Las familias de los rehenes están más que acostumbradas a esperar, lo han hecho durante los últimos dos años, pero este fin de semana se les ha hecho eterno, con la tensión creciente de saber que cada segundo las acercaba al ansiado abrazo con sus seres queridos. Los mensajes que algunas de ellas iban compartiendo en las redes permitían vislumbrar esa impaciencia de última hora, reflejada en momentos tan simbólicos como el vídeo de Re'em, el hijo de 5 años de Elkana Bohbot, empujando dos maletas y explicando que contenían «las cosas de papá».

Hoy era el gran día y, para algunos, ha empezado de manera imprevista. A Silvia Cunio, la madre de los rehenes Ariel y David, le ha sonado el móvil, pero no quería descolgar porque se trataba de un número desconocido. Menos mal que al final lo ha hecho: al otro lado estaban sus dos hijos, en una videollamada que ha servido de prólogo para el reencuentro: «No oía nada, pero los he visto y ha sido suficiente para hacerme sentir una cantidad anormal de felicidad. Me ha parecido que estaban perfectamente, pensaba que estarían peor. Es imposible describir todo lo que estoy sintiendo, quiero darles el mayor abrazo y el mayor beso del mundo», ha comentado Silvia.

Ariel y David, en la videollamada con su madre antes de su liberación.

Hamás ha organizado varias llamadas de ese tipo, criticadas por algunas voces en Israel como un sustituto de las ceremonias públicas de entrega de rehenes que les ha prohibido expresamente el acuerdo de paz. Esas objeciones no impiden que las familias las hayan recibido con el lógico alborozo. «Ya está, amor mío, la guerra ha acabado. ¡Vamos a vernos pronto!», le decía Einav Zangauker a su hijo, Matan. «Hemos gritado de alegría», resumía su conversación Vicky, madre de Nimrod Cohen.

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«El hijo que van a devolverme»

Las familias han acudido a primera hora de la mañana a la base de Re'im, primer destino de los liberados. En los accesos a las instalaciones militares se han concentrado, además, cientos de personas con banderas de Israel y pancartas, que vitoreaban y aplaudían cada vez que pasaba un vehículo con algún allegado de los rehenes. Las autoridades israelíes han difundido algunas imágenes del traslado, como la de los gemelos Ziv y Gali Berman con camisetas de su equipo de fútbol favorito, el Maccabi Tel Aviv. Y en esas dependencias se han ido produciendo los reencuentros, incluido el de Einav con su hijo Matan, al que el periódico 'Israel Hayom' se ha referido como «el momento que toda la nación estaba esperando», ya que la mujer ha sido una de las figuras más activas y visibles del colectivo de familiares.

Más allá de las fotos y algunos breves vídeos, se ha tratado de respetar la intimidad de los rehenes y mantener cierta discreción en torno a esas escenas de emociones a flor de piel, pero algunos detalles han trascendido Por ejemplo, el abrazo de Bar Kuperstein con su padre, Tal. A Bar lo atraparon cuando asistía a los heridos en el festival Supernova, y en ese momento su padre llevaba tres años postrado a causa de un ictus y ni siquiera era capaz de hablar. Pero, durante el cautiverio del hijo, Tal se ha esforzado en rehabilitarse, para dar testimonio en favor de Bar, y hoy ha podido ponerse en pie para recibirlo y estrecharlo por fin entre sus brazos. «Han sido dos años de un viaje imposible», ha resumido la familia. A Alon Ohel se ha visto durante el traslado de la base al hospital, con un cartel que decía «mi sufrimiento ha terminado, estoy en casa», y se ha sabido que después ha podido tocar el piano en el centro médico, por primera vez en dos años. «Se ha quedado asombrado al ver a tanta gente en la Plaza de los Rehenes, con extraños que sujetaban su foto. Ahora vamos paso a paso, al ritmo de Alon», apunta su madre, Idit, en conversación con 'The Times Of Israel'.

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«Lo primero que voy a hacer es abrazarle, olerle y decirle que la pesadilla ha terminado», explicaba al 'Times Of Israel' Ilan, padre de Guy Gilboa-Dalal, que tampoco ocultaba esos temores compartidos por todas las familias: «Conocemos a Guy tal como era hace dos años, pero, después de dos años de sufrimiento, de hambre, de humillaciones y de abuso físico y mental, no sabemos cómo van a afectarle todas esas cosas. No sé cómo será el hijo que van a devolverme y espero que el daño no le impida reconstruir su vida». En el mismo sentido se manifestaron los parientes de Omri Miran: «Estamos al principio de un viaje de recuperación que es complejo y supone un desafío», reflexionaron en un comunicado. Esa conversación de Omri con sus hijas Roni y Alma, en la que comprobó que la pequeña ha aprendido ya a decir 'abba' (papá), no puede ser un mejor primer paso.

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