La tragedia ucraniana
Análisis ·
La historia de esta población obligada a huir de su país es la de aquellos a los que las decisiones de otros llevan a los márgenes de la miseria y la desesperaciónUcrania es el testimonio de un drama histórico, de una experiencia colectiva encarnada en la vivencia personal de millones de ciudadanos del país. El hilo ... conductor de esta tragedia lo constituye el resurgir del éxodo de una población a merced de las veleidades geopolíticas del desorden que caracteriza el mundo actual, en forma de fragmentos y de jirones que poco a poco componen un relato unitario. Al final de la II Guerra Mundial, la Ucrania eslava, opuesta y colaboradora, en sus correspondientes partes, de la invasión nazi y del ultranacionalismo de Pandera pasó a formar parte de la URSS de un Stalin genocida en un país con ingentes posibilidades alimenticias. Pasaba a ser parte, sin proponérselo ni desearlo, del conflicto entre Este y Oeste, entre mundo comunista y mundo occidental, porque esas codiciadas fronteras orientales de Europa formaron parte del inaccesible e inquietante Telón de Acero. Cuando se resquebrajó el comunismo y la URSS se derrumbó, ambos se llevaron consigo un sistema ideológico y las directrices políticas y geográficas de todo un continente en el que hasta hace no muchos años ha pervivido el engorroso resultado de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias geopolíticas encarnadas en la Guerra Fría.
Da la impresión de que la historia europea retrocede en lugar de avanzar y de que vuelve al punto de partida cuando desaparece la URSS y surge una Rusia acomplejada y vilipendiada por Occidente, que solo esperaba la aparición de alguien como Vladímir Putin para llevarnos a una situación como la presente. La fascinación de este, al igual que la de la ultraderecha europea actual, por la historia del pasado, que no bebe exclusivamente de la deliberada distorsión de sus fuentes para fines arteros, sino más bien de la nostalgia, es parte de la explicación de lo que está ocurriendo en Ucrania. La historia como la ilustración de lo diferente que fueron las cosas más que como fuente de conocimiento. La historia de la nostalgia nutrida de la pérdida de certezas que ofrecía el comunismo. La Rusia de Putin es el ejemplo palmario de este tipo de historia, presente en estos momentos en el resto de países del continente en diferentes grados. Es más memoria que se confirma y refuerza a sí misma que historia, ya que conlleva el desencanto con el mundo.
Occidente no reaccionará, amparado por la excusa del sometimiento a la legalidad internacional
De esta concepción emana su reconocimiento de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk, y de sus respectivos líderes, Denís Pushilin y Leonid Pásechnik, violando sin tapujos el derecho internacional y dinamitando los acuerdos de Minsk que hasta ahora evocaban hasta la saciedad para solucionar el conflicto del Donbass. Violación fue también la anexión de Crimea, pero no olvidemos, para centrar ideas y debate, el golpe de Estado de 2014, el papel en la desintegración yugoslava, la ficción de Kosovo y otra serie de actuaciones occidentales que lo fueron en parecido grado y que se justificaron de diferentes formas. La invasión masiva que se inició en la madrugada del miércoles abre un escenario político, diplomático y militar sin precedentes, porque Putin ya ha demostrado a lo largo de su carrera presidencial, desde Bielorrusia a Chechenia, pasando por Georgia, Kazajistán y Siria, que no está dispuesto a que la OTAN rodee Rusia, ni a ser amenazado militarmente por ella.
Hoy, miles de ucranianos están abandonando el país por miedo a la intimidación, la persecución y la muerte, perdiéndolo todo y con enormes probabilidades de vivir durante muchos años la vida mísera y precaria del exiliado en campos de refugiados o en los márgenes urbanos de las ciudades europeas. Acogidos con alegría y solidaridad, con el paso del tiempo serán mirados con sospecha, lo que obligará a muchos de ellos a encerrarse en un amargo y resentido aislamiento. Como ya hemos visto en otras ocasiones, la historia de esta población obligada a huir de su país, y al amparo de la certidumbre que nos ofrece el relato del pasado, reflejará la dura y triste experiencia de aquellos a los que las decisiones de otros llevan a los márgenes de la miseria y la desesperación.
Pero Occidente no reaccionará, aunque sabe lo que ocurrirá. Amparado por las excusas del sometimiento a la legalidad internacional, a la parálisis de la ONU y a que el Putin invasor se cuidará muy mucho de entrar en territorio OTAN, obvia la actuación de quien ha roto todas las reglas y aboca a miles de personas a deambular en el drama de la infamia, la injusticia, el horror y el ultraje.
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