EFE

El tercer hombre

Análisis ·

Miércoles, 27 de abril 2022, 00:03

El sistema electoral francés está diseñado para realzar el protagonismo de los dos contrincantes que se enfrentan en el voto definitivo para designar el presidente, ... en este caso Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Sin embargo, en este caso quien ha movido las fichas antes del voto y va a moverlas de cara al futuro, es el tercer hombre en la primera vuelta, el populista de izquierda Jean-Luc Mélenchon. Apenas celebrada esa ronda inicial, aprovechando la parálisis política de Macron y Le Pen, planteó su órdago: ni un voto a Le Pen, pero silencio hacia Macron, que pronto se convirtió en implícito rechazo a votarle, apoyado en una encuesta a sus votantes, favorable al voto blanco o nulo.

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Abrió así la puerta a las posibilidades de Le Pen, y sobre todo, buscó una victoria mínima de Macron que refrendase su aspiración a dirigir Francia tras las próximas elecciones legislativas. El riesgo no le importaba. Todo menos integrar a los insumisos en un frente republicano contra Le Pen.

El intento fracasó en ese propósito, con el alto porcentaje de la victoria de Macron. Pero la erosión causada dejó sus huellas. Los votos blancos y nulos dejaron a Macron en un 38,5% de votantes sobre el total de electores, «la peor elección de un presidente de la República», según Mélenchon. Le Pen había ganado más de los dos millones de votos perdidos por Macron, treinta departamentos y monopolizaba el voto rural y el de las capas desfavorecidas, golpeadas por la crisis, en los entornos de las ciudades, amén de los territorios de Ultramar. Buena parte de Francia la apoyaba muy por encima del 41,5% final. De ahí que hablase de un éxito espectacular en la derrota. La suma con el ultra Zemmour había funcionado y no faltaron trasvases sensibles -un 17%- desde «los insumisos».

A pesar de ello, el voto a disgusto de un 42% de insumisos fue lo que hizo posible el buen resultado de Macron, a pesar de la lealtad de feudos ya consolidados de La Francia Insumisa (Argenteuil, Saint Denis) donde prefirieron voto blanco o nulo. Fueron tres millones: lo que 'Le Monde' llamó «el voto de la cólera».

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Las bazas «insumisas» suben de cara al futuro si tenemos en cuenta que salvo París, Lyon, Burdeos, las ciudades francesas por encima de doscientos mil habitantes, de Marsella a Lille y a Toulouse, y una mitad de las mayores de cien mil, listas para aplastar a Marine Le Pen -85% contra 15% en París, 80% frente a 20% en Lyon, etcétera- registraron en la primera vuelta votos a Mélenchon muy superiores a los de Macron. Éste es odiado por las capas populares. Con clases medias, profesionales y empresarios -y muchos jóvenes-, compartidos con los exgaullistas, y un partido débil, Macron difícilmente ganará las legislativas frente a los dos populismos.

La iniciativa toca a Mélenchon, intentando aglutinar en torno a LFI a los residuos de socialistas y comunistas -más resistentes estos tal vez-, y a los ecologistas. Mientras Macron está en el punto de llegada, si no es capaz de reinventarse a si mismo, nacerá una Nueva Izquierda de signo populista en torno a un hábil demagogo, amante de las metáforas y de técnicas novedosas de propaganda, para buscar la victoria definitiva en la «tercera vuelta» de junio.

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