La probable caída del Gobierno de Bayrou deja a Macron contra las cuerdas
El previsto fracaso del primer ministro francés en la moción de confianza de este lunes le obligará a dimitir, lo que acentuará la crisis del presidente en su segundo mandato
François Bayrou juró al presidente francés, Emmanuel Macron, que sería su «pararrayos». Le hizo esa promesa el 13 de diciembre en una tensa reunión que ... mantuvieron antes de que lo nombrara primer ministro. Durante los últimos nueve meses, el veterano dirigente centrista ha cumplido con su palabra y ha sido la diana predilecta de las oposiciones. Bayrou se ha convertido en el primer ministro más impopular en la historia de la Quinta República. Este triste récord al menos ha servido para que Macron pase de puntillas por el atolladero de la política interna en Francia y se concentre en el tablero internacional.
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Ha llegado, sin embargo, el final para el «pararrayos» Bayrou. El primer ministro perderá seguramente este lunes por la tarde el voto en la moción de confianza en la Asamblea Nacional. Salvo un giro de guion rocambolesco, se verá obligado a dimitir. Su anuncio el 25 de agosto de este escrutinio, cuyo objetivo es salvar un impopular plan de recortes valorado en 44.000 millones de euros, sorprendió a la opinión pública y aceleró la crisis política en Francia.
O bien al líder del MoDem le fallaron los cálculos, pensando que el Partido Socialista y la extrema derecha de Marine Le Pen iban a abstenerse. O bien prefirió morir encima del escenario en lugar de adentrarse en unas difíciles negociaciones con las oposiciones —mayoritarias en el Parlamento— que probablemente hubieran desembocado en una moción de censura exitosa al final del otoño. «Mi certeza es que en el inicio del nuevo curso se viene un movimiento social profundamente injusto», dijo este fin de semana Bayrou en el plató de la cadena France 5. En esa entrevista insinuó que ha decidido sacrificarse para debilitar la movilización del miércoles, bautizada como «Bloquearlo todo».
Una situación «encallada»
La arriesgada decisión de Bayrou, sin embargo, ha dejado a Macron contra las cuerdas. Todas las miradas están puestas en cómo reaccionará frente a esta situación crítica —al bloqueo político se le suman las dificultades económicas y la amenaza de un estallido social— en un momento en que su popularidad ha caído a sus niveles más bajos desde que llegó al Elíseo en 2017. Incluso algunos analistas hablan de crisis de régimen, dado que el momento actual cristaliza las costuras del modelo presidencialista y vertical de la Quinta República.
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«Aunque Bayrou caerá por la cuestión presupuestaria, el mayor problema es político. La situación está encallada», subraya el politólogo Luc Rouban en declaraciones a este medio. «Todas las fuerzas de la oposición quieren deshacerse de Macron», añade este investigador en el Cevipof de Sciences Po París sobre la frágil situación del presidente. Una parte de la opinión pública lo responsabiliza del atolladero debido a su incomprendida decisión de convocar las elecciones anticipadas del verano del año pasado, que dejaron un Parlamento casi ingobernable. No solo exige su dimisión la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos), sino también una parte de los lepenistas y algunos representantes de la derecha tradicional de Los Republicanos (LR).
Tras la caída de Bayrou, dos posibles decisiones quedarán en manos del presidente, además de su improbable dimisión: elegir a un nuevo primer ministro u organizar otros comicios legislativos, siendo esta segunda opción la preferida por Le Pen, que ha exigido unas «elecciones ultrarrápidas». En cambio, Macron parece decantarse por la primera. El martes pasado se reunió con los barones de la coalición presidencial para buscar al nuevo responsable del Ejecutivo. Representaría el quinto en su crepuscular segundo mandato.
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Los socialistas se ofrecen para gobernar
Ya circulan en la prensa los nombres de potenciales sustitutos de Bayrou; por ejemplo, el del ministro de Justicia, Gérald Darmanin; de Defensa, Sébastien Lecornu; de Trabajo y Sanidad, Catherine Vautrin, o el de Economía, Éric Lombard. Muchos de ellos ya sonaron hace un año cuando el país estuvo dos meses con un Ejecutivo interino. Ninguno ofrece garantías de sacar adelante los presupuestos de 2026 y dar una mínima estabilidad hasta las presidenciales de 2027.
Ante tal bloqueo, el Partido Socialista (PS) se ha ofrecido con insistencia para gobernar. «No queremos un Gobierno que sea al mismo tiempo de derechas y de izquierdas», dijo el miércoles Olivier Faure, líder de esta formación progresista, al que le gustaría componer un Ejecutivo de coalición con los comunistas y los verdes. Macron, sin embargo, ya había descartado esta opción hace un año, a pesar de que la izquierda acabó primera en las elecciones de julio de 2024. Y ahora preferiría suavizar la oposición del PS o que se incorporara en un Gobierno de «gran coalición» con el centro-derecha macronista y LR. Pero esa posibilidad indignaría al electorado de izquierdas, que se prepara para protestar en la calle contra los recortes.
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El movimiento «Bloquearlo todo» ha convocado protestas, huelgas y acciones de bloqueo para el miércoles. ¿Esta heterogénea movilización, autoorganizada en asambleas y las redes sociales, desembocará en una huelga masiva? ¿O se quedará en la primera chispa de un otoño caliente? Resulta difícil predecirlo cuando solo faltan dos días. Los principales sindicatos organizarán otra movilización el día 18, que las autoridades temen que sea más multitudinaria.
«El objetivo de las organizaciones de trabajadores es hacer los recortes más aceptables y que la disminución del déficit no se haga solo reduciendo el gasto público, sino aumentando los impuestos a los más ricos y disminuyendo las subvenciones a las empresas», explica el politólogo Jean-Marie Pernot, investigador en el IRES. De la capacidad de Macron de hacer concesiones en materia económica dependerá que el país encuentre una mínima estabilidad política y social.
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El déficit y el malestar económico
El primer ministro galo, François Bayrou, ha pasado el verano alertando sobre «la maldición de la deuda» en Francia. A pesar de que se enfrenta a una ecuación parlamentaria casi irresoluble para sacar adelante los presupuestos de 2026, ha preferido dar entrevistas en los medios en lugar de negociar con las oposiciones (izquierda y extrema derecha). Pese a sus esfuerzos, el veterano dirigente centrista ha fracasado en la batalla de la opinión pública, y eso que la mayoría de la ciudadanía es consciente de la grave situación económica.
Francia registró a finales del 2024 un déficit público del 5,8% del PIB. Está previsto que al cierre de este año sea del 5,4%. Estos niveles resultan más bien propios de periodos de graves recesiones (la del 2008 o la pandemia del covid-19) que de un momento de ralentización económica como el actual. El Gobierno prevé un crecimiento este año del 0,6% en lugar del 1,1% del año pasado.
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El importante desequilibrio de las finanzas públicas se suma al elevado endeudamiento. Actualmente, la deuda pública representa el 114% del PIB tras haberse incrementado en cerca de un 50% desde 2017, cuando empezó la presidencia de Emmanuel Macron. «A diferencia de lo que dice Bayrou, nadie pone en duda la gravedad de la situación actual. El dilema consiste en cómo reducir este déficit», explica a este medio el politólogo Jean-Michel Pernot.
El Ejecutivo apuesta por centrarse en la reducción del gasto público (unos 30.000 millones de euros) y aumentar los impuestos en 14.000 millones, especialmente sobre la clase trabajadora con la supresión de dos días festivos. La voluntad de aplicar estos recortes ha acentuado un malestar social que se cocía desde hacía años. Entre 2021 y 2025, los salarios han aumentado menos (un 13%) que la inflación (13,7%), según datos del Ministerio de Trabajo. Y el país se ha endeudado a medida que empeoraba el nivel de vida de buena parte de la población.
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