El laborismo se mueve en busca de otro líder ante la impopularidad de Starmer
Los escándalos en el Gobierno británico y el auge ultra acorralan al primer ministro, que plantea la subida de impuestos que prometió no aplicar
En el inicio de 2021, cuando aún seguían vigentes las restricciones impuestas para combatir la pandemia de covid-19, Keir Starmer fue expulsado de un ... bar. «¡Fuera de mi pub!», le repetía a gritos el dueño. Era uno de sus votantes, pero se sentía traicionado. «No ha cumplido como líder de la oposición», criticaba. El guardaespaldas del político laborista medió en la trifulca. El Reino Unido estaba entonces metido en una etapa de gobiernos conservadores que se prolongó 14 años, hasta junio de 2024, cuando Starmer arrolló en las elecciones y obtuvo la mayoría en el Parlamento para el grupo socialista. Pero ni así ha logrado ser un líder querido.
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De hecho, apenas año y medio después, es el primer ministro más impopular de la historia reciente del país. Eso confirman los sondeos. La escena del pub se adelantó al futuro. Entre escándalos de sus colaboradores y promesas incumplidas, Starmer ha perdido el apoyo de los ciudadanos. Ahora, además, en el Partido Laborista hay una especie de conspiración para derrocarle cuanto antes, según informan varios medios. La BBC y 'The Guardian' citan al actual secretario de Sanidad, Wes Streeting, como candidato mejor colocado para sustituirle. El aludido niega haber pedido la dimisión del primer ministro y califica las especulaciones periodísticas como «tonterías contraproducentes».
En cualquier caso, hay mar de fondo. El próximo 26 de noviembre, el Gobierno presentará los presupuestos y planteará un fuerte incremento de los impuestos. Eso supone incumplir una promesa electoral clave. Starmer ha tenido que cambiar su programa, diseñado en principio para aumentar el gasto en bienestar social. El nuevo contexto internacional, con la guerra de Ucrania en el foco, le ha obligado a subir la inversión en Defensa.Su Ejecutivo ha elevado al mismo tiempo el gasto social. Y no le dan cuentas. No ha podido bajar los impuestos. Tendrá que subirlos.
La BBCy 'The Guardian' desvelan una conspiración dentro de laborismo para elegir otro candidato. Suena Wes Streeting
En mayo de 2026 esperan elecciones locales. Todas la encuestas auguran el hundimiento del laborismo frente a la nueva fuerza emergente, la ultraderecha de Reform UK. Su líder, el populista Nigel Farage, no deja de aparecer en las pantallas frente a un Starmer ausente. Con un discurso antiinmigración, Farage arremete contra el Gobierno, que comete fallos como dejar en libertad por error a un condenado por abusos sexuales. Durante este mandato se han sucedido las manifestaciones contra los hoteles donde se da alojamiento a ilegales.
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Los ciudadanos han visto, al mismo tiempo, cómo retiran las ayudas a los pensionistas para pagar la calefacción. Ni siquiera el giro de Starmer en la cuestión migratoria, donde ahora ha optado por la mano dura, parece darle réditos: sus seguidores le critican por asumir los postulados de la extrema derecha. Tampoco ayudan escándalos como el que provocó la dimisión de la vice primera ministra Angela Rayner por no pagar tasas en la adquisición de una segunda vivienda. O la destitución de Peter Mandelson, embajador británico en Estados Unidos, por sus vínculos con el fallecido delincuente sexual Jeffrey Epstein.
Mentalidad de «búnker»
No será fácil echar de Downing Street antes de tiempo al actual primer ministro. Aun así, el liderazgo en su partido está en entredicho. Según los estatutos del grupo laborista, es necesario que un 20% de los parlamentarios apoyen una alternativa. Eso supone unos 81 asientos de la Cámara de los Comunes. Significaría un cisma histórico, aunque la pérdida de popularidad de Starmer puede precipitar su caída.
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Hace dos meses, en vísperas de la visita de Donald Trump al Reino Unido, el primer ministro convocó de urgencia a los parlamentarios laboristas. Quería reafirmar su autoridad. Al parecer, recibió un apoyo que ya se ha diluido. Varios críticos dentro de su grupo han cuestionado –sin dar sus nombres– la mentalidad de «búnker» del Ejecutivo, manejado por asesores que no consultan con el resto del partido. A menos de dos semanas de que se presenten unos presupuestos que incluyen la subida de impuestos que prometió no aplicar, Starmer está cada vez más solo y acorralado. El Laborismo comienza a moverse para no enterrarse con él.
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