Crímenes de guerra
A Vladímir Putin no le arredra la posibilidad de ser juzgado un día por crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional. En su reinado ... vitalicio, ve este escenario como una posibilidad remota, mientras redobla los esfuerzos bélicos por arrasar Ucrania y lograr cuanto antes su rendición, un objetivo que se ha complicado por la resistencia en las grandes ciudades. Como ha explicado Michael Ignatieff, Rusia no lucha solo contra un Estado sino que se enfrenta a una nación en armas. Gran parte de la comunidad internacional entiende la invasión rusa como un ataque frontal a la democracia y al derecho y quiere utilizar todos los instrumentos a su alcance para contrarrestar la barbarie. Frente a los que miran al mundo con una visión hobbesiana y simplista, basada en la fuerza y las cambiantes esferas de influencia, es necesario fortalecer las ideas que promueven un orden articulado a través de reglas e instituciones multilaterales, capaces de resolver conflictos y generar bienes públicos globales. Durante décadas este paradigma ha generado paz y prosperidad. Los occidentales no podemos renunciar a nuestro aprendizaje histórico, por mucho que requiera autocrítica y perfeccionamiento. Incluso la irrupción de China como aspirante a potencia hegemónica no tiene por qué suponer el fin de este modelo, aunque sí obliga a renovarlo y a reequilibrarlo, para evitar la nueva aparición de bloques irreconciliables. El derecho internacional humanitario es una pieza esencial de este intento global civilizatorio. Por eso numerosos países han pedido a la fiscalía de la Corte Penal Internacional que investigue si el dictador ruso puede haber cometido crímenes de guerra, según la definición del Tratado de Roma y de los Convenios de Ginebra y sus protocolos adicionales, para enfrentarle a su responsabilidad individual. No parece difícil obtener pruebas y el primer crimen, el de agresión, ha quedado claramente establecido. Esta indagación se une a la que ya está abierta en relación a la guerra de Crimea de 2014. Posiblemente, solo si la guerra desemboca en un cambio de régimen en Rusia, una eventual orden de detención de Putin para comparecer en La Haya tendría eficacia. Al menos, dicho intento de arresto lo convertiría en un paria internacional, que no podría en la práctica salir de su país, salvo para visitar algunos de los lugares del mundo menos recomendables. Justo lo contrario de lo que ha pretendido Putin desde que llegó al poder, sentarse a la mesa de los representantes de las grandes potencias. Pero nadie sabe cómo terminará el conflicto y si el mayor responsable de haberlo desencadenado acabará pagando un alto precio por ello.
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